martes, 25 de febrero de 2014

El Coronel William Harris, héroe del Portete.

Campos del Portete


El batallón Albión es uno de los que vinieron desde Inglaterra a luchar por la Independencia. Otro grupo militar irlandés fue el Rifles, el cual integró el Coronel Harris. El nombre de “Rifles” proviene del arma “rifle” o “fusil”. El Rifles estuvo en las campañas de Bolívar y también en la batalla del Portete, el 27 de Febrero de 1829. Se inició en Venezuela, participó en las batallas de Carabobo y Boyacá, en Junin, Ayacucho y Pichincha. El Coronel Arturo Sándes (o Sanders) era el Comandante, también inglés, que luego vino a vivir en la ciudad de Cuenca, en donde falleció. No se sabe dónde está enterrado William Harris pero se conoce que con frecuencia visitaba la tumba de su ex jefe  y mentor, el General Sándes. En ese tiempo el presidente del Perú era el Mariscal La Mar, cuencano. Para un grupo de cuencanos fue difícil pelear en contra de otro cuencano, específicamente en la batalla del Portete.

Convocado Harris se volvió a poner la casaca, el uniforme, cuando estaba todavía recuperándose de sus antiguas heridas sufridas en la guerra de la Independencia, pero como tuvo mucha lealtad con Sucre, fue a pelear en el Portete, ganaron la batalla, el Mariscal La Mar reconoció la derrota y esa batalla marcó el inicio del Ecuador.

Harris era comandante en la Unidad que quedaba donde actualmente es el Corazón de Jesús, lugar en el cual hoy existen casas del Banco Ecuatoriano de la Vivienda. Allí había un cuartel abandonado, junto a la iglesia, estaba en la calle que después se llamó Coronel Harris pero luego inexplicablemente pasó a llamarse Baltazara de Calderón, que está entre las dos “Y”.

El Coronel William Harris se hizo ciudadano ecuatoriano con el nombre de Guillermo Harris. Un documento muestra a Harris junto al Coronel Illingworth, de mayor acción en Guayaquil, también junto a James Stacey, Leonard Stag, Thomas Charles Wrigth, William Talbot, este último también de origen irlandés, que se estableció en Cuenca y dejó descendencia.
El Coronel Harris falleció en Cuenca en 1870 o 1871, aproximadamente a los 73 o 74 años de edad. Vivió bastante, a pesar de la frecuencia de muertes en juventud por diversas causas. Fue un hombre valiente, muy comprometido con Bolívar y Sucre, amó mucho a América y se enamoró en Cuenca, además porque esta ciudad tenía una similitud con su tierra natal, verde, con bosques, praderas y ríos.

Y un dato interesante: Un hijo de él fue el Coronel Antonio Harris (católico, muy católico como la mayoría de irlandeses), igual dos hijos de Antonio, el Obispo de Loja, José Harris Morales; el nieto General Morales que también vino a vivir en Cuenca (nombre que se conserva en Socarte, Cañar). Antonio Harris defendió junto al Coronel Antonio Vega Muñoz a Cuenca durante las guerras contra la revolución de Alfaro. El coronel Harris, muy joven, también murió durante esa guerra contra los liberales. El Obispo de Loja, José Harris Morales era hijo del segundo Coronel Harris, y la Madre Teresa Harris, superiora de un monasterio del Carmen bajo, cuya tumba debe estar allí.

El Coronel William Harris llegó joven y recibió el abrazo del también joven Libertador. El batalló Rifles era el preferido de Bolívar, más que el Albión. En el Rifles estuvieron Harris y Sándes. Harris visitaba con frecuencia la tumba de Sándes en Cuenca. Octavio Cordero Palacios dice que por el año 1862 se le veía a Harris por la tardes visitando la tumba de su amigo coterráneo Sándes, que fue comandante del Rifles. Su apellido no asoma con descendientes en Cuenca. Como los apellidos evolucionan, es posible que exista.

(Datos proporcionados por el Dr. Juan González Harris, tataranieto del Héroe, durante una entrevista en Radio Cuenca, programa “Contacto sabatino”).

lunes, 24 de febrero de 2014

Un remezón muy doloroso




Los últimos resultados electorales del domingo 23 han conmocionado a unos y han alegrado a otros. Creemos que no son tan graves para el partido de gobierno, pero si no se rectifica, podrían serlo a corto plazo.  Lo peor es que no solo afectarían a la agrupación política sino a todo el país, al orden constituido y al proceso reorganizativo del Ecuador.

Primero y lo fundamental --como debe suceder en el proceder individual de los seres humanos-- tiene que iniciar con una severa autocrítica, y de inmediato con la toma de correctivos, nacidos de la toma de conciencia de los errores cometidos, que están allí, ante la vista de todos y de ninguna manera deben pasarse por alto.

El Partido no debe convertirse en refugio de personas que simplemente buscan empleo, claro que lo merecen, pero siempre y cuando, como dicen en el argot deportivo, “suden la camiseta”, no como apoyadores de campaña y de malas noches, lo cual más bien los desgasta, sino como ciudadanos inyectados de un afán auténticamente revolucionario, imitando en la medida de sus capacidades o más allá, a lo que realiza el Presidente, con trabajo arduo, agobiante, visionario, social, súper activo y ajeno al horario que automatiza al ser y lo vuelve vano. Y no es todo, sino que muy periódicamente debe mostrar resultados, no en términos de lugares visitados en cómodos vehículos y horas “light”, sino en evidentes cambios que lleven a la felicidad de los gobernados.

El extremado exhibicionismo y cuidado de la imagen puede ser arma de doble filo. No en cada momento en las pantallas exponiendo y criticando, que en verdad puede convencer a los que miran, pero que también dar resultados contrarios. Que lo que no se muestra no se vende, puede ser verdad, pero esta estrategia tiene límites, más aún cuando fuerzas internas y externas que medran, calculan y husmean, buscan errores, tergiversando mensajes para sus protervos fines e intereses de desequilibrio político y gubernamental. La cautela y prudencia son fundamentales y en cierto modo la cicatería que en lo económico desemboca, pues con la exageración se mueve a la protesta y a los motivos de desacuerdo. Del análisis sobre lo que piense la gente común en cuanto a todo esto, saben muy bien los asesores comunicacionales, y en ese sentido, para las correcciones del caso, hay que ponerse manos a la obra.

Por otra parte, la vanidad es mala consejera. Pensar que el poder es infinito y se lo puede brindar como platos a la carta, es  erróneo.  Muchos candidatos en el evento último han quedado solos, incluso los “aliados” y los que no tienen condiciones para gobernar, y por eso perdieron, más todavía porque con el poder que les “inyectó” el partido se creyeron “designados por Dios” y por tanto invencibles. Nunca pensaron en alianzas en todo sentido y por supuesto en cuanto a proyectos y acciones.

El electorado es impredecible. Su alto grado de falta de conciencia de un auténtico desarrollo –debido a su bajo nivel educativo- le lleva fácilmente a los brazos de los caudillos ebrios de poder, limitado poder, pero vanidosamente poder al fin.  Y así, las masas se vuelven a equivocar, y los líderes también. Cuatro años es mucho tiempo para recordar, se olvida fácilmente, lo que se quiere vivir es el presente, aunque sea con pan y circo. Mientras tanto, los grandes objetivos nacionales tambalean, hacen agua, no por ellos mismos, sino porque los conductores pueden terminar cesados.

Ahora, un remezón urgente y enfático, debe significar, sin sacrificar ni condenar a los actores que han fracasado, una renovación de los mismos, una “prueba de reingreso”, para calificar y cualificar su actitud y aptitud como conductores de grupos sociales, y una redefinición de nuevos cuadros, sin educarlos para ser “ovejas”, sino para que tengan la capacidad de hablar menos y hacer más, que es lo que en definitiva todos queremos.

César Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com

martes, 18 de febrero de 2014

Revisando la Historia: El francés Raulet se toma Cuenca.

Vista panorámica de Girón y los campos del Portete



“No ofreciendo Oña seguridad alguna, Raulet se replegó a Saraguro y en la marcha se involucraron 50 hombres del batallón auxiliar de Cuenca, con sus Comandantes, D. Felipe y D. Manuel Serrano”.

“La Mar invadió el Ecuador contando con el apoyo de Obando, cuyo levantamiento (en Pasto) lo anunció “La Prensa” de Lima un día antes de que tuviera lugar. En una de sus proclamas alentaba a sus tropas con estas palabras: ‘El poderoso Perú marcha triunfante sobre ese ejército de miserables”.

“Nuestro ejército se componía de 7 batallones, dos escuadrones, algunas mitades más de Caballería y una brigada de Artillería. Total 4500 hombres. La Mar estableció su cuartel general en Gonzanamá (26 de Dic.). Luego pasó a Loja donde resolvió esperar a Gamarra”. (Historia del Perú Independiente). “Gamarra llegó con poco más de 3000 soldados a engrosar las filas de La Mar”. (Historia del General Salaverry. Pág. 64. Manuel Bilbao. Lima, 1853).

“El 13 de enero volvió a destacar a Raulet (francés) al norte con dos Compañías, con las que avanzó hasta El Tablón. El 7 de febrero se propuso Raulet dar un golpe de mano sobre Cuenca haciendo un movimiento rápido por Yunguilla y Girón. La ciudad estaba guarnecida por 400 hombres al mando del Coronel González. Con la mitad de ese número atacó y tomó el 10, presos Gonzáles, el Comandante Federico Valencia, N. Garaicoa y 30 oficiales…Raulet quemó 1200 fusiles, se apoderó del parque, de pertrechos, municiones, útiles de guerra y de 1400 pesos. El 11 se movió a Sayausí, a dos leguas de Cuenca y de allí mandó los presos a Guayaquil, como ya he dicho en el tomo IV, pág. 234. Poco después emprendió su retirada por la derecha de Cuenca y se reunió al Ejército en San Fernando el 18 de febrero”. (Historia del Perú Independiente. Nemesio Vargas. Págs. 5 y 6. Lima).

Revisando la Historia: De la "Historia del Perú Independiente". Nemesio Vargas.

Sitio de Susudel.


El escritor peruano Nemesio Vargas, autor de la obra “Historia del Perú Independiente”, sobre la batalla del Portete dice: “De Tambo Grande La mar destacó al coronel Raulet con dos compañías de Infantería y un escuadrón de Caballería (23 de diciembre), con los que desalojó de Saraguro al Coronel Azero, con tal rapidez que le obligó a dejar su correspondencia privada y la oficial. Sucre le había ordenado a Urdaneta, y éste a sus subalternos, que al retirarse obrasen a lo tártaro, arrasando cuanto hubiere; pero aunque arrearon con algunos ganados y cegaron plantíos y sementeras, el ataque y la invasión fueron tan violentos e imprevistos que nuestro ejército pudo vivir perfectamente a costa del enemigo”.

“Con el refuerzo del Coronel Vidal avanzó Raulet a Oña, cinco leguas al norte de Saraguro, donde se había retirado Azero. El camino era escabroso, y viendo que no podía llegar antes del amanecer, hizo que se adelantara el Capitán Moreira con una Compañía y el Teniente Grados con una mitad de Húsares para sorprender a Brown que allí estaba con 100 del Rifles y Yaguachi y 60 de los escuadrones Cedeño y Granaderos a Caballo, lo que no resistieron y suspendieron la retirada a Nabón por la hacienda de Susudel. El Teniente Estrada corrió con su mitad por un callejón lateral para cortarles el paso pero a su vez fue detenido por una emboscada, que no desanimó al capitán Crespo para picar la retaguardia de Brown, matarle mucha gente y hacerle 7 prisioneros, escapando sólo la mitad por el puente de Cartagena. Perdimos 6 hombres y tuvimos 7 heridos, entre ellos el bravo Estrada”. 

Historia del Perú Independiente. 238 págs. Cap. I. Págs. 5-6. Lima, 1942. Fuentes: Boletines oficiales de la guerra con la Gran Colombia. Biografías de los Generales Castilla, Bermúdez, Necochea, Vivanco, Cerdeña, San Román, Miller.

Nota: Nemesio Vargas Valdivieso. Lima 1849-1921. Fue padre del sacerdote y también historiador Rubén Vargas Ugarte.

martes, 4 de febrero de 2014

Relatos de un caminante




Conversando con Dios en el Cajas

     El paseo arrancó en la población de Sayausí, Ecuador, a las doce de la noche. El grupo de alegres amigos inició la marcha con el apoyo de un hombre que con su acémila transportaba las mochilas de los cinco excursionistas. ¿Por qué íbamos a esa hora y para qué? Sólo cuatro lo sabían. Yo desconocía las intenciones y objetivos pero me mostraba animoso y dispuesto a la aventura.  En dos horas de camino a través de una ruta que parecía carretera llegamos a la casa de don Lizardo, él estaba durmiendo pero se levantó para mostrarnos un lugar en donde podíamos descansar el resto de la noche. Ya amanecía y el frío era intenso. Creo que nadie durmió por la baja temperatura y quizás por el interés de ver algo novedoso al día siguiente.
  
  De pronto, cuando aclaraba la mañana, nos despertó el ruido de un automotor, era un bus que había llegado y transportaba a unas chicas que venían de paseo. Poco a poco comenzaron a bajar mientras nosotros nos apurábamos siquiera lavándonos el rostro y recogiendo nuestros enseres para atender a las recién llegadas. Aún no sabía de qué se trataba, los cuatro restantes sí. En todo caso me di cuenta de que eran estudiantes de un colegio de internado de Cuenca, todas procedentes de la costa. Había que ser atentos y ayudar, al menos esa era la consigna.

    Escogida la pareja, cada uno comenzó el ascenso hacia la laguna de Luspa. Yo iba con una bella chica de Guayaquil, llevando su mochila, y creo que simpatizamos rápido y mutuamente. Había que avanzar lo más pronto posible para aprovechar el tiempo, la tarde y la noche, según eran los planes. En el camino conversamos de todo: sus estudios, los míos…y cosas de la juventud. Siendo así la marcha y con semejante motivación para nosotros dos fue fácil coronar la cuchilla que se ve al frente de la laguna Toreadora, para en ese filo descansar un rato mientras veíamos que la caravana avanzaba y nos dábamos cuenta de que estábamos en los primeros lugares. Delante de nosotros sólo caminaban dos parejas. Con el día muy despejado y hermoso no había para perderse, sobre todo si uno de nuestro grupo conocía de palmo a palmo la zona. Por allí ocurrió un gran acierto inconscientemente: chupar naranjas que mi compañera llevaba en su mochila y arrojar las cascaritas en el camino. Quién creyera, eso sería mi salvación varias horas después. 

   Y bajamos y bajamos. Temas tras temas desfilaron a lo largo del trayecto, todo era felicidad, belleza natural y olvido del mundo, salvo de las miradas permanentes entre uno y otro, y haciendo de mí parte mil castillos en el aire. Qué linda, decía en mis adentros cada vez que la miraba. No tenía ni idea de lo que me iba a suceder después. Ella, de la alta sociedad de Guayaquil y este su servidor, un muchacho sencillo del pueblo. Difícil pero no imposible, me animaba. Una hora después ya estábamos en el filo de la Luspa. ¿Y ahora? A esperar que lleguen todos para comenzar la fiesta y el romance. Eso jamás sucedería. Comenzaron a arribar las chicas con sus acompañantes y así, ya se divisaba al resto de excursionistas.

   De pronto llegó un hijo de don Lizardo, el que guiaba nuestra acémila para comunicarnos un pequeño problema: la mula se había enfangado en el camino y había que ir para rescatar las mochilas y ayudar a sacar al animal. No hay problema, pensé, será cuestión de una media hora y ya, dado que el arriero nos aseguró que era por ahí nomás. Entonces, vale ganar tiempo y volver. Conversamos entre los cinco y decidimos ir al rescate. Me despedí de la chica y le dije que ya volvería en un rato, que me esperara. Observé en ella alguna inquietud -intuición de las mujeres- pero me respondí, son cosas de la edad. Me dijo, te espero, cuídate mucho y vuelve pronto. Para un muchacho deportista esa caminata adicional era lo de menos, pero…nunca retornaría.

   Tomé la delantera. Como ya conocía el camino o por lo menos creía conocerlo, no había dificultad. Mis compañeros conversando, conversando, venían atrás. Cada trecho les silbaba y les apuraba, ellos respondían y venían hacia mí. Y continuaba la marcha pensando encontrar por allí a la acémila y comenzar el trabajo, pero nada. Y silbaba y gritaba, mas, ya sólo el eco me empezaba a responder. Mejor me senté a esperar. Pasó un cuarto de hora, una media hora y nada. Volví a silbar y gritar, pero no había respuesta. Vi mi reloj, eran las diez de la mañana. Comenzó a bajar la neblina y ya no veía ni a tres metros de distancia, sin embargo, no me movía del lugar y del camino. De pronto la neblina se disipó y esperaba ver la cercana presencia de alguien…el silencio fue la respuesta y el principio de algo en verdad preocupante. Me puse a caminar más hacia arriba para tratar de divisar algo, pero cada vez me extraviaba más y es cuando me dije, ahora sí estoy perdido.

   El tiempo avanzaba lentamente, ya eran las once, las doce, la una de la tarde y todavía mantenía la serenidad; me decía, al fin es cuestión de caminar de regreso a la laguna por la ruta que tomé y en una hora ya todo habrá pasado, pero cuando quise hacerlo, no encontré ese camino. No sabía dónde estaba, pero caminaba por los pajonales y cada momento me veía en peores condiciones de orientación. Únicamente reflexionaba en que no debía dejar de caminar ni era momento de lamentaciones. Me acordaba del caso del joven hijo del doctor Ricardo Muñoz Chávez, alcalde de Cuenca, que se perdió por allí y lo encontraron días después muerto en una quebrada. Vino a mi memoria otro insuceso, el de Juan Montero, que abandonó su moto descompuesta y había decidido caminar para encontrar ayuda, pero que se extravió y murió a consecuencia de esa decisión fatal de dejar su máquina cuando pudo manejarla aunque se rompan los cauchos. Y siempre guardaba optimismo, pensaba que todo se puede con perseverancia y deseos de vivir. No debía decaer ni perder la confianza en mí mismo.

    Mi reloj ya marcaba las cinco de la tarde. El tiempo comenzó a pasar raudo, la neblina volvió a bajar. Esto es el fin, pensé. Ya eran las seis de la tarde, en unos minutos comenzará a oscurecer. La verdad es que no me había acordado de Dios hasta ese momento. Me senté en una piedra y dije: 

- Dios mío, no me dejes aquí, si es posible, aparta de mí ese cáliz, soy muy joven para morir, tengo la vida por delante y no soy malo, tú sabes. 

   De pronto oí una voz que me respondía: 

- No te preocupes, estoy jugando contigo. 

- Pero Señor, tú estás jugando y yo estoy desesperado, cómo es eso. 

   Él se rio: 

- No. Sólo quiero ver qué capacidad tienes para resolver tus problemas. Los hombres deben aprender a hacer uso de la inteligencia que les he dado para valerse de sí mismos y afrontar sus momentos difíciles. 

- Claro que sí, le insistí, pero en este momento ya no encuentro alternativa alguna, y tú juegas conmigo. 

  Volvió a reír: Mira, dijo, no te pasará nada, esto sólo es una prueba, te necesito para otros objetivos más importantes y tú tendrás que servirme, de modo que tienes que hacer un esfuerzo más y deberás recordar siempre esta lección, las locuras juveniles a veces conducen a la muerte y esa chica en quien estás inspirado no es para ti, lo hago para cambiar tu rumbo en la vida y te tengo un mejor porvenir, pero no te vuelvas a equivocar…

   Mi Interlocutor misterioso me cerró la comunicación y me dejó nuevamente solo. Oscurecía. En eso me fijé bien en un claro del camino a un metro de distancia, eran cascaritas de naranja. Me agaché, las besé y me aferré a la vida, no debo separarme de este camino, es lo último que me queda, pues, a lo mejor estoy soñando, delirando y jamás vi ni conversé con nadie. 

    Apenas unos metros más y me encontraba encaramado en el filo de la cuchilla y ya en la noche vi una luz lejana, era la casa de don Lizardo en Quínoas. A partir de ese momento es otra historia, caídas, levantadas, tropiezos, desgarres y sangre, un ganado que me persigue en la oscuridad y al fin, la casa de don Lizardo. Antes de entrar, los perros ladraban nerviosos, mientras yo alzando la mirada al cielo exclamaba: 

- ¡Gracias Señor! 

  Volvió Aquél a sonreír y me dijo: 

- ¡Cuánto te amo…!


César Pinos Espinoza