Los últimos resultados electorales
del domingo 23 han conmocionado a unos y han alegrado a otros. Creemos que no
son tan graves para el partido de gobierno, pero si no se rectifica, podrían
serlo a corto plazo. Lo peor es que no
solo afectarían a la agrupación política sino a todo el país, al orden
constituido y al proceso reorganizativo del Ecuador.
Primero y lo fundamental --como
debe suceder en el proceder individual de los seres humanos-- tiene que iniciar
con una severa autocrítica, y de inmediato con la toma de correctivos, nacidos
de la toma de conciencia de los errores cometidos, que están allí, ante la
vista de todos y de ninguna manera deben pasarse por alto.
El Partido no debe convertirse
en refugio de personas que simplemente buscan empleo, claro que lo merecen,
pero siempre y cuando, como dicen en el argot deportivo, “suden la camiseta”,
no como apoyadores de campaña y de malas noches, lo cual más bien los desgasta,
sino como ciudadanos inyectados de un afán auténticamente revolucionario, imitando
en la medida de sus capacidades o más allá, a lo que realiza el Presidente, con
trabajo arduo, agobiante, visionario, social, súper activo y ajeno al horario
que automatiza al ser y lo vuelve vano. Y no es todo, sino que muy
periódicamente debe mostrar resultados, no en términos de lugares visitados en
cómodos vehículos y horas “light”, sino en evidentes cambios que lleven a la
felicidad de los gobernados.
El extremado exhibicionismo
y cuidado de la imagen puede ser arma de doble filo. No en cada momento en las
pantallas exponiendo y criticando, que en verdad puede convencer a los que
miran, pero que también dar resultados contrarios. Que lo que no se muestra no
se vende, puede ser verdad, pero esta estrategia tiene límites, más aún cuando
fuerzas internas y externas que medran, calculan y husmean, buscan errores,
tergiversando mensajes para sus protervos fines e intereses de desequilibrio
político y gubernamental. La cautela y prudencia son fundamentales y en cierto
modo la cicatería que en lo económico desemboca, pues con la exageración se
mueve a la protesta y a los motivos de desacuerdo. Del análisis sobre lo que
piense la gente común en cuanto a todo esto, saben muy bien los asesores
comunicacionales, y en ese sentido, para las correcciones del caso, hay que
ponerse manos a la obra.
Por otra parte, la vanidad
es mala consejera. Pensar que el poder es infinito y se lo puede brindar como
platos a la carta, es erróneo. Muchos candidatos en el evento último han quedado
solos, incluso los “aliados” y los que no tienen condiciones para gobernar, y
por eso perdieron, más todavía porque con el poder que les “inyectó” el partido
se creyeron “designados por Dios” y por tanto invencibles. Nunca pensaron en
alianzas en todo sentido y por supuesto en cuanto a proyectos y acciones.
El electorado es
impredecible. Su alto grado de falta de conciencia de un auténtico desarrollo –debido
a su bajo nivel educativo- le lleva fácilmente a los brazos de los caudillos
ebrios de poder, limitado poder, pero vanidosamente poder al fin. Y así, las masas se vuelven a equivocar, y
los líderes también. Cuatro años es mucho tiempo para recordar, se olvida fácilmente,
lo que se quiere vivir es el presente, aunque sea con pan y circo. Mientras
tanto, los grandes objetivos nacionales tambalean, hacen agua, no por ellos
mismos, sino porque los conductores pueden terminar cesados.
Ahora, un remezón urgente y
enfático, debe significar, sin sacrificar ni condenar a los actores que han
fracasado, una renovación de los mismos, una “prueba de reingreso”, para
calificar y cualificar su actitud y aptitud como conductores de grupos sociales,
y una redefinición de nuevos cuadros, sin educarlos para ser “ovejas”, sino
para que tengan la capacidad de hablar menos y hacer más, que es lo que en
definitiva todos queremos.
César
Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com
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