Programas científicos como “Cosmos”, con Neil Tyson (National
Geographic) nos llevan a una profunda reflexión: El universo es increíblemente inmenso
y somos una mota de polvo, nada. En estas circunstancias, no nos queda otro
camino que la humildad. No cabe, es absurdo y loco un mundo con fronteras, con
corrupción, con tanta ignorancia e imposición de unos pocos sobre otros, una
enorme mayoría.
La fugacidad de la existencia humana es evidente, las
ambiciones y sueños, algo necio y efímero, como el agua que se va entre los
dedos; la paz y armonía, una urgente necesidad. En verdad, una profunda
reflexión sobre el tema, nos puede ofrecer consciencia sobre la inutilidad y
levedad de todo lo que existe. Lo breve de la vida y su imperceptible
importancia en el inconmensurable universo, nos deja perplejos, al borde de la
nada.
Una sonda Pioneer enviada hace no mucho tiempo al espacio,
para que no retorne jamás, tiene la misión de enviar información durante
millones de años, y si solamente meditamos que vivimos en el año 2015, que
nuestra era más o menos conocida parte del año 1 y que sólo conocemos escasamente
lo que ha sucedido entre 7 y 10 mil años A. C., no sabemos nada. Si dicho
aparato está programado para fotografiar nuestro planeta dentro de miles de
años, se espera que para ese tiempo la vida en la Tierra habrá desaparecido sin
dejar rastro. No quedarán huellas de pirámides ni rascacielos ni gente y el
planeta seguirá vagando en el espacio de nuestra galaxia entre millones y
millones de cuerpos celestes, también perdidos en la inmensidad de millones de
galaxias en un impresionante universo conocido, como una insignificante mota de
polvo sin vida, sin la más leve huella o recuerdo de civilizaciones, guerras,
líderes importantes, héroes, religiones y seres admirables y hermosos. Tanta
hermosura y sublimidad para nada.
Entonces, qué hacemos hoy, qué buscamos, hacia dónde creemos
que vamos. En verdad sin rumbo y sin destino, como el planeta, como el
universo. Y nuestra vanidad persiste, vanidad de vanidades como dice la Biblia.
Nos creemos importantes, y no sabemos nada, Nos creemos necesarios, luchadores
y estamos más o menos desesperados por solucionar de la forma que fuere
nuestros problemas diarios, hasta que le toque a cada uno su término, sin que
sepa cuándo. Seguimos disimulando, olvidando o tratando de olvidar cada día,
cada hora, que nada tiene sentido, sino sólo el placer, humilde placer de
conocer, de saber, de disfrutar, siquiera unos momentos. Y no hay que olvidar
la sentencia del filósofo español, José Luis Sampedro, “El tiempo no es oro, el
oro no vale nada, el tiempo es vida”.
César Pinos Espinoza
cesarpinose@Hotmail.com
03-ab-15