martes, 26 de noviembre de 2013

La ciencia encuentra nuevos datos sobre el rey Tutankamon




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Tutankamón era patizambo

Se publicaron los resultados de las investigaciones de la momia del faraón egipcio Tutankamón. Según estos, el joven gobernante era patizambo (Se aplica este término  a las personas que tienen las piernas torcidas de modo que se juntan a la altura de las rodillas y se separan hacia los pies) y murió de paludismo a los 19 años. Se publicaron los resultados de las investigaciones de la momia del faraón egipcio Tutankamón. Según estos, el joven gobernante era patizambo y murió de paludismo a los 19 años.

Los resultados fueron anunciados este miércoles por el Ministro de cultura de Egipto, Faruk Hosni, y el presidente del Consejo Supremo de Antigüedades de ésa nación, Zahi Hawass, en una conferencia de prensa en el Museo de El Cairo. Un grupo de especialistas de Egipto, Italia y Alemania y Estados Unidos realizaron análisis de ADN para revelar la genealogía y el estado de salud del faraón, además del método TAC (Tomografía Axial Computarizada) para definir los rasgos de la apariencia de Tutankamón. Los estudios estuvieron bajo la dirección de  Zahi Hawass.

Los científicos analizaron el ADN de 11 momias egipcias, incluida la de Tutankamón, y estudiaron las relaciones de parentesco que hay entre ellas y las posibles desviaciones genéticas y enfermedades. El mayor interés se centró en determinar las causas de la muerte del faraón, pues se sabía que había fallecido a los 19, en el décimo año de su reinado (que duró del 1333 al 1324 AC, aproximadamente). Según los resultados de los análisis, el rey egipcio fue un gobernante joven y débil, que no podía andar sin muletas debido a las enfermedades óseas que padecía y era patizambo (tenía las piernas hacia afuera y las rodilas juntas).  Además, le faltaban algunos dedos en el pie derecho. También se encontraron pruebas de que había sido contagiado con el plasmodium falciparum, parásito que puede causar paludismo potencialmente letal. Este descubrimiento llevó a los investigadores a suponer que el rey murió de esa enfermedad.

Anteriormente existían varias hipótesis sobre la muerte prematura del faraón, desde un accidente (como la caída de una carroza o la patada de un caballo) hasta un homicidio (por envenenamiento o por un golpe en la parte trasera de la cabeza). Tutankamón no fue un faraón notable ni conocido en épocas antiguas; el tamaño relativamente pequeño de su tumba fue la razón de que no fuera descubierta hasta el siglo XX. El egiptólogo inglés Howard Carter la encontró intacta en 1922 en las cercanías de Luxor, en el Valle de los Reyes. El descubrimiento de la tumba y los tesoros encontrados en ella (1,2 toneladas de objetos de oro y otras joyas) recibieron cobertura mundial en la prensa, convirtiendo la máscara funeraria del faraón en la imagen más popular.

 
La investigación de los restos del faraón se realizó “con el máximo respeto a los muertos” y sirvió para “enriquecer nuestro conocimiento de una época histórica”, aseguró el doctor Howard Markel de la Universidad de Michigan.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La increíble historia de la niña afgana de ojos verdes





Sharbat Gula es una mujer afgana de la etnia pashtún quien se vio obligada a huir de Afganistán rumbo a Pakistán hacia un campo de refugiados donde fue fotografiada por Steve McCurry, del National Geographic. La imagen se hizo famosa cuando fue publicada en la portada de la revista en junio de 1985 . Sharbat Gula fue fotografiada cuando tenía 12 años por el fotógrafo Steve McCurry, en junio de 1984. Fue en el campamento de refugiados Nasir Baggh de Pakistán durante la Guerra de Afganistán (1978-1992). Su foto fue publicada en la portada de la mencionada revista en junio de 1985 y, debido a su expresivo rostro de ojos verdes, la portada se convirtió en una de las más famosas de la revista. En abril de 2002 Sharbat Gula fue de nuevo fotografiada junto con la portada de la revista, donde se puede apreciar el cambio del paso de los años.

El mismo hombre que la fotografió, Steve McCurry, la encontró de manera poco común, puesto que no se volvía a ver con casi ninguna persona fotografiada, después de diecisiete años. El fotógrafo realizó numerosos viajes a la zona hasta que, en enero de 2002, encontró a la niña convertida en una mujer de treinta años y pudo saber su nombre. Sharbat Gula vive en una aldea remota de Afganistán, es una mujer tradicional pashtún, casada y madre de tres hijas más una cuarta que murió cuando era pequeña. Su marido, con quien se casó a los trece años, poco después de su famosa fotografía, se llama Rahmat Gul y sus tres hijas Robina, Zahida y Alia. Sharbat volvió a Afganistán en 1992. Nadie la había vuelto a fotografiar hasta que se reencontró con McCurry y no sabía que su cara se había hecho famosa. La identidad de la mujer fue confirmada al 99,9% mediante una tecnología de reconocimiento facial del FBI y la comparación de los iris de ambas fotografías. Su historia fue contada en la edición de abril de 2002 de la revista y en un documental para televisión titulado Niña desaparecida: misterio resuelto (que después fue comercializado en DVD con los nombres de En busca de la joven afgana y En busca de la muchacha afgana). La sociedad que publica la revista creó en su honor una organización caritativa llamada Afghan Girls Fund, que ayudaba al desarrollo y creación de oportunidades educativas para las niñas y mujeres afganas. En 2008, este proyecto creció para ayudar también a niños y pasó a llamarse Afghan Children's Fund.
 
El retrato de Steve McCurry resultó ser una de esas imágenes que abrasa el corazón, y en junio de 1985 se corrió en la portada de esta revista. Sus ojos son verde mar. Son embrujantes e inquietantes, y en ellas se puede leer la tragedia de un país agotado por la guerra. Ella se hizo conocida en torno a National Geographic como "la niña afgana", y desde hace 17 años nadie sabía su nombre. En enero, un equipo de National Geographic Televisión y Cine EXPLORER trajo McCurry a Pakistán para buscar a la chica con ojos verdes. Ellos mostraron su imagen alrededor de Nasir Bagh, el campamento de refugiados todavía de pie cerca de Peshawar, donde se había realizado la fotografía. Un maestro de la escuela afirmó conocer su nombre. Una joven llamada Alam Bibi vivía en un pueblo cercano, pero McCurry decidió que no era ella. El tiempo y las dificultades han borrado su juventud. Su piel se ve como el cuero. La geometría de la mandíbula se ha suavizado. Los ojos todavía deslumbran, "Ella ha tenido una vida muy dura", dijo McCurry. "Muchos aquí comparten su historia." Consideremos los números. Veintitrés años de guerra, 1,5 millones de muertos, 3,5 millones de refugiados: Esta es la historia de Afganistán en el último cuarto de siglo. Sus ojos, por encima de todo, perturban. No lo  podemos rechazar.
 
"No hay una sola familia que no haya comido la amargura de la guerra", dijo un comerciante afgano joven. Ella era una niña cuando su país estaba atrapado en las garras de la invasión soviética. Tenía tal vez seis años cuando un bombardeo soviético mató a sus padres. Durante el día el cielo sangró de terror. Por la noche, los muertos fueron enterrados. Y siempre, el sonido de los aviones, la puñalada de miedo. Guiado por su abuela, el hermano mayor y sus cuatro hermanas se dirigieron a Pakistán. Durante una semana se movieron a través de las montañas cubiertas de nieve, pidiendo mantas para mantener el calor. "Uno nunca sabía cuando los aviones vendrían", recordó. "Nos escondimos en las cuevas". "La invasión rusa destruyó nuestras vidas", dijo el hermano.

Hoy aquí está el esbozo de su día. Se levanta antes del amanecer y reza. Ella va a buscar agua del arroyo. Ella cocina, limpia, lava la ropa. Ella se preocupa por sus hijos, que son el centro de su vida. Robina de 13. Zahida de tres. Alia, el bebé. Una cuarta hija murió en la infancia. Sharbat nunca ha conocido un día feliz, dice su hermano, excepto tal vez el día de su matrimonio. Su marido, Rahmat Gul, es ligero en la construcción, con una sonrisa como el destello de una linterna en la oscuridad. Ella recuerda que se casó a los 13 años. No, él dice, ella tenía 16 años. La boda fue arreglada. Él vive en Peshawar (hay pocos puestos de trabajo en Afganistán) y trabaja en una panadería. Él tiene la carga de los gastos médicos, el dólar que gana por día se desvanece como el humo. Su asma, que no puede tolerar el calor y la contaminación de Peshawar, en el verano, limita su tiempo en la ciudad y con su marido para el invierno. El resto del año se vive en las montañas. "Las mujeres desaparecen de la vista del público", dijo. En la calle que lleva un burka de color ciruela, que sus paredes se separa del mundo y de los ojos de cualquier hombre que no sea su marido. "Es una cosa hermosa para usar, no una maldición", dice ella. Ante las preguntas, ella se refugia en el chal negro envuelto alrededor de su cara, como si al hacerlo se pondría con voluntad propia. Los ojos parpadean. No es su costumbre someterse a las preguntas de extraños. 

¿Se había sentido alguna vez segura? "No. Pero la vida bajo el régimen talibán fue mejor. Por lo menos había paz y orden". ¿Había visto alguna vez la fotografía de sí misma como una chica? "No." Puede escribir su nombre, pero no sabe leer. Ella alberga la esperanza de la educación para sus hijos. "Quiero que mis hijas tengan habilidades", dice. "Yo quería terminar la escuela, pero no pude". La educación, según se dice, es la luz en el ojo. No hay tal luz para ella. Es posible que sea demasiado tarde para que su hija de 13 años de edad, Gula, estudie. Las dos hijas más jóvenes todavía tienen una oportunidad. El reencuentro entre la mujer con los ojos verdes y el fotógrafo quedó en silencio. En cuanto al tema de la mujer casada, la tradición cultural es estricta. No debía mirar -y ciertamente no debe sonreír a un hombre que no es su marido. Ella no sonrió a McCurry. La expresión de ella era plana. Ella no puede entender cómo su imagen ha tocado a tantas personas. Ella no sabe del poder de esos ojos. (Fotos y textos de National Geographic).

martes, 12 de noviembre de 2013

La batalla de Berlín y caída de Alemania.





De: Una mujer  en Berlín.

Por: Luis Fernando Moreno Claros
En efecto, en la detallada narración de los avances del ejército de Stalin hacia Berlín, el autor de La caída no omite la referencia al miedo cerval de los civiles y, sobre todo, de la población femenina frente a la llegada de los rusos. Aparte de asesinar a cualquier varón que les opusiera la más mínima resistencia, la violación de toda mujer o niña que tenía la desgracia de toparse con ellos era operación obligada para esos guerreros sedientos de algo más que de sangre. Escaso fue el número de mujeres que escapó a las ansias amatorias de los miembros del Ejército Rojo, borrachos como cubas en la mayoría de los casos: los alemanes, en su retirada, les dejaban alcohol a discreción a fin de retardar el avance de un ejército de beodos. 

Pero las consecuencias del exceso etílico las pagaban las "perras fascistas". Beevor no olvida aclarar que el Ejército Rojo tenía una deuda pendiente con la Wehrmacht alemana; los soldados de Hitler incendiaron, saquearon, violaron y asesinaron a conciencia cuando invadieron Rusia, en 1941. Así que el desafuero soviético fue excusado por muchas personas como un lógico acto de venganza. Los comisarios políticos estalinistas explotaron la sed de revancha de los soldados e impartieron consignas de odio que embravecieran a sus tropas: "Matad alemanes, odiad Alemania y todo lo alemán, matad cerdos fascistas", etcétera. Así que, inflamados de odio, los alemanes y las alemanas carecían de valor para ellos: los superhombres se tornaron infrahumanos.

La crueldad de los rusos con los civiles y, principalmente, aquellas violaciones en masa fueron la razón de que los alemanes prefirieran ser vencidos por los americanos o los ingleses antes que caer en manos de los soviéticos. El ejército americano o el inglés —salvo en casos aislados— jamás cayó en semejantes desmanes. Los rusos, en general más primitivos, incultos y abotargados por la ideología estalinista, excesivamente limitados en su visión del mundo, empobrecidos mayoritariamente por el comunismo, reprimidos sexualmente en un Estado que despreciaba el erotismo, se comportaban en la rica y civilizada Alemania como bestias desatadas. (Extracto).

La Batalla de Berlin fue una de las batallas finales de la Segunda Guerra Mundial entre la Alemania nazi y la Unión Soviética por el control de la capital alemana. Durante los combates, el líder alemán Adolf Hitler se suicidó, así como su Ministro de Propaganda Joseph Goebbels. Un gran número de personajes relevantes del ejército alemán y el partido nazi, como el secretario personal de Hitler y Canciller del Partido, Martín Borman, murieron intentando escapar del cerco o fueron hechos prisioneros por los soviéticos.

En la tarde del 30 de abril las tropas soviéticas lanzan su ataque sobre el Edificio del Reichstag, que desean tomar en pocas horas para ofrecerlo a Stalin como «obsequio» del Primero de Mayo. La lucha en el Reichstag es brutal y los defensores alemanes se parapetan bien en las ruinas; tras varias horas de salvajes combates dentro del edificio, soldados soviéticos se abren paso hacia el tejado y en la noche del día 30 hacen ondear desde allí una bandera de la URSS. Pese a este gesto, hasta el atardecer del día siguiente sigue la resistencia de grupos de soldados alemanes aislados en diversas salas del Reichstag, por lo cual el 1 de mayo las tropas soviéticas aún no pueden considerar como «controlado» el vasto edificio.

martes, 5 de noviembre de 2013

EL CODEX GIGAS, UN VERDADERO MISTERIO






El Codex Gigas (en latín significa "libro grande"), también conocido como Códice Gigas, Códice del Diablo o Códice de Satanás, es un antiguo manuscrito medieval en pergamino  creado a principios del siglo XIII y escrito en latín presuntamente por el monje Herman el Recluso del monasterio de Podlažice (en Chrudim, centro de la actual República Checa. Fue considerado en su época como la "octava maravilla del mundo" debido a su impresionante tamaño (92 × 50,5 × 22 cm, el manuscrito medieval más grande conocido), su grosor de 624 páginas y su peso de 75 kg. Está iluminado con tintas roja, azul, amarilla, verde y oro, tanto en mayúsculas capitales como en otras páginas, en las que la miniatura puede ocupar la página completa. Se encuentra en un excelente estado de conservación.

El Codex contiene la Biblia (la versión de la Vulgata, excepto los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis, que provienen de una versión anterior), el texto completo de la Chronica Boemorum (Crónica checa) de Cosmas de Praga, curas medicinales, encantamientos mágicos, dos trabajos del historiador judío Flavio Josefo (las Antigüedades judías y la Guerra de los judíos), las Etimologías del arzobispo San Isidoro de Sevilla, varios tratados sobre medicina del médico Constantino el Africano, un calendario, una lista necrológica de personas fallecidas y otros textos. 

Tal combinación de textos no existe en ninguna otra parte, calificado por Christopher de Hamel, profesor de la Universidad de Cambridge como "un objeto de lo más peculiar, extraño, fascinante, raro e inexplicable". Es de un precio incalculable, ha sido robado gran cantidad de veces y fue guardado en secreto por un emperador del Sacro Imperio Germano. La leyenda señala que el autor del Codex Gigas fue un monje Benedictino condenado a ser emparedado vivo por un grave crimen y para que la pena le fuera condonada, el monje propuso crear una obra monumental que honraría al monasterio, un códice que contendría la Biblia y todo el conocimiento del mundo. El tiempo estipulado por el mismo monje fue de una noche. La tarea del monje era sobrehumana, por lo que se cuenta que solicitó la ayuda del mismo Satanás, el cual aceptó crear el libro en una noche poniendo como condición aparecer su imagen en una de las páginas.

Una nota sobre la primera hoja del Codex Gigas establece a un monasterio benedictino en Bohemia Podlažice, cerca de Chrudim, como primer propietario conocido del manuscrito. Es poco probable que este enorme libro haya sido escrito en Podlažice. El monasterio era demasiado pequeño y demasiado pobres para llevar a cabo tal empresa avanzada, que requiere enormes recursos humanos y materiales. Hasta donde sabemos, ningún otro manuscrito medieval se conserva del monasterio. El nombre del escriba del Codex Gigas no se conoce, pero se ha conjeturado que era el monje Herman, cuyo nombre y apodo inclusus Hermanus monachus(Herman, monje recluido) aparece el 10 de noviembre en la necrológica. El epíteto inclusus estaba vinculado con la leyenda del libro, se cree que el monje se auto aisló del mundo por penitencia, y se dedicó a escribir el libro como parte de su castigo, pues entonces transcribir un texto sagrado era considerado una forma de redimirse. Fuente: Wikipedia.