viernes, 16 de agosto de 2013

La experiencia de un callejón sin salida



Lo que tenía que suceder, sucedió. El anuncio del Presidente Rafael Correa en cuanto al cierre definitivo de “La iniciativa Yasuní” y la explotación de una reserva que nos queda, dice mucho. Y el fin de la era petrolera avanza a grandes pasos. El mundo actual no puede vivir sin petróleo, es inimaginable una civilización sin los últimos adelantos tecnológicos, imposible de precisarlos, sin la materia prima salida de las entrañas de la tierra. Parece que la ciencia no ha trabajado a nivel global en busca de elementos que puedan sustituir al oro negro, peor para uso masivo, como es la necesidad urgente hoy. Así, el mundo de las comunicaciones, transporte, insumos médicos y educativos, agricultura, ganadería, investigación a todo nivel, alimentos, etc. etc., no es posible. Los grandes perdedores comienzan a ser las potencias industriales y por ende toda la población planetaria que de una manera u otra depende de esa producción. Por el dominio de lo que queda en materia energética se comenzarán a disputar los más poderosos, y en cuanto a los países dependientes, se agarrarán con las uñas para no perecer, cayendo al final víctimas de errores y conductas nefastas de los líderes mundiales desde hace más de cien años.

El Ecuador es un país que en los últimos cinco años ha adelantado considerablemente. Viendo las cosas hoy, no cabe duda que ninguno de los anteriores gobiernos hizo nada responsable y sustancial, abundaron los intereses personales y de grupo, la troncha y los “vendepatrias” que por un poco de dinero subastaron los bienes nacionales al mejor postor. Casi no quedan huellas de buenas obras y transformación social, se festinaron las riquezas y no se sembró nada. El dominio imperialista se ha dejado ver y sentir en los últimos cien años, sin remedio ni redención de ninguna clase. Hoy lo vemos así, cuando estamos abocados a detenernos y  mirar lo que nos toca vivir, casi como un callejón sin salida.

El agotamiento de recursos es un mal para todos, y del petróleo, para los más débiles. El futuro es impredecible. A menudo cuando se producen estos casos, asoman los acusadores, los patrioteros, las lamentaciones, y como es culpa de todos, en muchas generaciones, resulta intrascendente y hasta necia cualquier protesta. No existe otra alternativa y punto. Porque si alternativa es explotar algo de lo último que nos queda, también sería, dejar de lado toda la tecnología y avances de los que a diario disfrutamos. Y si ponemos en la balanza a los dos, nadie querrá dejar lo segundo, porque nadie quiere abandonar la gran satisfacción y comodidad que esa tecnología ofrece.

Pero, ¿qué significa hacer uso de ese porcentaje de riqueza petrolífera en Yasuní? Significa dar paso a empresas que quiérase o no, son depredadoras. Será afectado parte del bosque amazónico que nos queda, se sacrificará a la rica y rara fauna y flora, nos guste o no, se dañará el agua y el aire de esos lugares, y lo más grave, se ahuyentará a seres humanos, habitantes milenarios de esos bosques. No se puede decir menos. A los empresarios les importará un comino esa depredación, su destino es destruir todo a su paso para obtener el oro negro que justifique su búsqueda, su ganancia económica particular y su triste trabajo. En todo caso, quedará salvado el futuro inmediato del país para la gran maquinaria estatal y todo lo que deviene para el desarrollo y la economía de la nación.

Al Presidente Rafael Correa le ha tocado tomar la decisión, de ningún modo tarea fácil. La responsabilidad es grande, el ofrecimiento de una Veeduría Ciudadana para el monitoreo de esa actividad petrolera es otra labor, que exige una máxima responsabilidad, que seguramente recaerá sobre personas con capacidad de decir la verdad a toda costa y así evitar un desastre. Por ningún dinero del mundo esta Comisión deberá callar ante las evidencias. Ahora es cuando, Presidente, asesores y veedores, no los extractores, tendrán la complicada tarea de no dormir para establecer un verdadero monitoreo de lo que pase palmo a palmo, metro a metro en esa zona preciosa de nuestra Amazonía. Protestar, llorar, marchar y mostrar patrioteras formas, es actitud ociosa e intrascendente. Ya alguna vez inventemos una nueva manera de actuar para proteger estos sagrados tesoros nacionales. Muchos individuos aquí y afuera quieren bronca, enfrentamientos internos, desacuerdos y conflictos para pescar a río revuelto. No les demos esa oportunidad. Despertemos, hablemos, actuemos en consecuencia pero de forma inteligente. No todos los males son irremediables. Todavía tenemos tiempo. La organización, el diálogo nacional es un nuevo camino. Creo que la oportunidad por fin ha llegado.






César Pinos Espinoza