jueves, 1 de agosto de 2013

DE FONDO: Los prometeos y la desmesura humana




La creación del “Yachay” en la provincia ecuatoriana de Imbabura nos ha parecido algo sensacional, fuera de serie, inédito e inesperado. Significa que el Ecuador pretende por lo menos desde el año 20 convertirse en una potencia del conocimiento con jóvenes ecuatorianos y extranjeros. Eso significa también que la escuela primaria y secundaria debe constituirse en algo fuera de serie, diferente en la historia del país, por primera vez y a costa y responsabilidad del Estado. La Universidad quiere ser de primera categoría, pero, como dice Chomnsky, no para todos, porque no es posible, sino sólo para mentes excepcionales y privilegiadas que quieran enrumbarse en el camino de la sabiduría para que aspiren a un Prometeo y al “Yachay”, escuela de sabios. Maestrías auténticas y de alto valor profesional en todas las ramas, conducirían a la sociedad a una superación incuestionable a nivel internacional.

El “Yachay” sería una escuela de máximo nivel para los mejores objetivos: explotar nuestros bienes naturales con el mayor cuidado, sin dar lugar a que empresas extranjeras realicen su labor depredadora, sin consideración de ninguna clase y sólo pensando en sus propios intereses por ser dueños de la tecnología. Ahora con el “Yachay” se ejecutaría la producción nacional de materia prima encontrada en suelo patrio para convertirla mediante alta tecnología en productos que hoy por hoy nos llegan de países como China, Japón, EEUU, Brasil, Inglaterra, Francia, Alemania y otros. Pero, de todo ese futuro promisorio quedan dudas. Por ejemplo, nos hemos planteado la incógnita de qué pasaría si estos megaproyectos educativos no se los establece como política de Estado, para que nadie que venga en el futuro inmediato y mediato, por cualquier motivo, quiera cambiarlo todo. En segundo lugar, nos preguntamos si por lo menos en el año 20, o si se puede antes, el país estará en condiciones de evaluar los resultados y los cambios sociales que de hecho se esperan y que deberían mostrarse, puesto que ese fin es, en último término, el fundamento del “Yachay”.

Hasta este punto existe un gran optimismo y alto grado de posibilidades de que suceda un verdadero cambio en Ecuador y por primera vez en la historia de los países del tercer mundo. Pero eso no es todo.

Mario Arsenal, investigador de temas profundos, hace un análisis de la obra de Francois Flahault, “El crepúsculo de Prometeo”, en la que se realiza una “aproximación a la historia de le desmesura humana…” Es una visión de la sociedad occidental y su empeño de lanzarse hacia una insaciable autodestrucción, según dice el investigador. Arsenal expresa: “Todos llevamos un Prometeo dentro. Todas las sociedades anhelan el ideal del primogénito de los titanes”. Considera que es “un paradigma de ilusión y esperanza”. Prometeo es eso, robar el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, el fuego de la sabiduría y el conocimiento, al tiempo que introducir en occidente por primera vez a la mujer como compañera del hombre. Prometeo en el mito arriesga su vida para ceder el fuego a los hombres y el precio es caro, a los hombres “les estaba vedado por castigo divino, fue el primero en trazar el camino al progreso y ponerlo a disposición de los pobres mortales”. Algo similar lo hizo Cristo, que quería redimir, presuponiendo el pecado, para conducir a los hombres a la salvación. En cambio Prometeo no pretende redimir, ya que no existe pecado en los hombres. “Regala el fuego a los humanos para que tengan la alternativa de inventar nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida, la independencia y el autoabastecimiento”.

Pero, ¿qué existe bajo todo este gran ideal? Francois Flahault en su “Crepúsculo de Prometeo: Contribución a una historia de la desmesura humana”, recuerda la catástrofe nuclear de Chernóbil, en donde con la pretensión de dominar al átomo se ha causado un horror. Una catástrofe con un precedente peor, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, causando miles de víctimas inocentes. Otro tema que refiere Arsenal es “el extraordinario desarrollo de las sociedades modernas y su insaciable sed de energías que muestran su tendencia a la autodestrucción”. Y asoma la Ecología, que pasa del estudio de los seres vivos (Biología) al del entorno en que esos seres viven. Flahault plantea que existe una contradicción entre Prometeo y la Ecología: Mientras la Ecología propugna “una existencia armónica, equilibrada y sostenible”, Prometeo “arrastra al frenesí técnico acentuando su carácter industrial, tecnológico, en definitiva, capitalista”. No obstante, anota, “su cara oculta revela la libertad, el progreso, la emancipación, la modernidad”. Pero anota Arsenal, “el aumento de producción y el aumento de consumo, no explican cuál es la conexión entre ambos contrincantes” (el Prometeo y el Capitalismo).

Finalmente, el analista recuerda las palabras de Montesquieu: “El hombre tiende al abuso del poder. Avanza hasta que encuentra límites”. Es decir, concluye que en el momento que es posible abusar, abusa, porque una fuerza sólo se limita cuando halla otra fuerza que lo obliga a hacerlo, es decir una resistencia. Quedamos en un dilema, diría en un callejón sin salida. Después de un prometedor “Yachay”, de la promesa de un futuro brillante y feliz, queda la duda de que el fuego de los dioses no lo podrán manejar los hombres.

César Pinos Espinoza