lunes, 24 de febrero de 2014

Un remezón muy doloroso




Los últimos resultados electorales del domingo 23 han conmocionado a unos y han alegrado a otros. Creemos que no son tan graves para el partido de gobierno, pero si no se rectifica, podrían serlo a corto plazo.  Lo peor es que no solo afectarían a la agrupación política sino a todo el país, al orden constituido y al proceso reorganizativo del Ecuador.

Primero y lo fundamental --como debe suceder en el proceder individual de los seres humanos-- tiene que iniciar con una severa autocrítica, y de inmediato con la toma de correctivos, nacidos de la toma de conciencia de los errores cometidos, que están allí, ante la vista de todos y de ninguna manera deben pasarse por alto.

El Partido no debe convertirse en refugio de personas que simplemente buscan empleo, claro que lo merecen, pero siempre y cuando, como dicen en el argot deportivo, “suden la camiseta”, no como apoyadores de campaña y de malas noches, lo cual más bien los desgasta, sino como ciudadanos inyectados de un afán auténticamente revolucionario, imitando en la medida de sus capacidades o más allá, a lo que realiza el Presidente, con trabajo arduo, agobiante, visionario, social, súper activo y ajeno al horario que automatiza al ser y lo vuelve vano. Y no es todo, sino que muy periódicamente debe mostrar resultados, no en términos de lugares visitados en cómodos vehículos y horas “light”, sino en evidentes cambios que lleven a la felicidad de los gobernados.

El extremado exhibicionismo y cuidado de la imagen puede ser arma de doble filo. No en cada momento en las pantallas exponiendo y criticando, que en verdad puede convencer a los que miran, pero que también dar resultados contrarios. Que lo que no se muestra no se vende, puede ser verdad, pero esta estrategia tiene límites, más aún cuando fuerzas internas y externas que medran, calculan y husmean, buscan errores, tergiversando mensajes para sus protervos fines e intereses de desequilibrio político y gubernamental. La cautela y prudencia son fundamentales y en cierto modo la cicatería que en lo económico desemboca, pues con la exageración se mueve a la protesta y a los motivos de desacuerdo. Del análisis sobre lo que piense la gente común en cuanto a todo esto, saben muy bien los asesores comunicacionales, y en ese sentido, para las correcciones del caso, hay que ponerse manos a la obra.

Por otra parte, la vanidad es mala consejera. Pensar que el poder es infinito y se lo puede brindar como platos a la carta, es  erróneo.  Muchos candidatos en el evento último han quedado solos, incluso los “aliados” y los que no tienen condiciones para gobernar, y por eso perdieron, más todavía porque con el poder que les “inyectó” el partido se creyeron “designados por Dios” y por tanto invencibles. Nunca pensaron en alianzas en todo sentido y por supuesto en cuanto a proyectos y acciones.

El electorado es impredecible. Su alto grado de falta de conciencia de un auténtico desarrollo –debido a su bajo nivel educativo- le lleva fácilmente a los brazos de los caudillos ebrios de poder, limitado poder, pero vanidosamente poder al fin.  Y así, las masas se vuelven a equivocar, y los líderes también. Cuatro años es mucho tiempo para recordar, se olvida fácilmente, lo que se quiere vivir es el presente, aunque sea con pan y circo. Mientras tanto, los grandes objetivos nacionales tambalean, hacen agua, no por ellos mismos, sino porque los conductores pueden terminar cesados.

Ahora, un remezón urgente y enfático, debe significar, sin sacrificar ni condenar a los actores que han fracasado, una renovación de los mismos, una “prueba de reingreso”, para calificar y cualificar su actitud y aptitud como conductores de grupos sociales, y una redefinición de nuevos cuadros, sin educarlos para ser “ovejas”, sino para que tengan la capacidad de hablar menos y hacer más, que es lo que en definitiva todos queremos.

César Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com