viernes, 29 de agosto de 2014

Doctor José Alvear Alvarado, el "Médico noctámbulo"

DOCTOR JOSÉ MIGUEL ALVEAR ALVARADO



Pilares de la sociedad, hombres y mujeres de espíritu altruista y mente privilegiada, siempre ha habido y habrá, para proyectar su talento y virtudes en lo correcto y adecuado con miras al orden, la justicia y el bienestar de los seres humanos. Entre los personajes de brillante trayectoria en la vida de Cuenca consta la figura del Doctor Manuel Casto Alvear y Carrión, brillante jurisconsulto vinculado con los tribunales de justicia y la naciente Corte establecida en Cuenca el 26 de noviembre de 1835, llegando  a ser Ministro fundador de la misma. Estudioso del Derecho Civil y Criminal de entonces, el Dr. Alvear y Carrión, nacido en Cuenca en 1796, fue abogado, Secretario de la Municipalidad en 1824. Perteneció al cuerpo de abogados de la Gran Colombia y junto con el General Ignacio Torres y José María Landa y Ramírez, Deán Rector del Seminario de Cuenca se trasladaron a Lima para felicitar al Libertador Simón Bolívar por sus triunfos en bien de la causa Americana. Fue presidente de la Corte de Justicia de Cuenca en los años 1840, 1843, 1845 y 1847, llegando a ser Ministro de la Corte Suprema de Justicia a raíz de su designación en 1945 por parte de la Convención de ese año. Falleció en Cuenca a los 53 años de edad y dejó una semilla también valiosa, el que fuera Doctor José Miguel Alvear Alvarado, famoso médico.

DOÑA DOLORES FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA, ESPOSA DEL DR. JOSÉ ALVEAR.


Se despiden los rayos del sol y las sombras lentamente envuelven la pequeña ciudad, cuando todavía no existía ni idea de bullicio callejero cotidiano ni tránsito saturado en las calles. Un hombre de mediana edad vestido de negro camina desde su hogar acompañado por alguien que lleva un farol en la mano. En el trayecto conversan temas rutinarios y simples. Hace frío verdad ¿Crees Reimundo que el Manuel Solano está enfermo porque le ha abandonado su mujer? Continúan, todavía faltan como dos kilómetros, es por el camino de Cullca. Cuando lleguemos enseguida preparas los paños y alistas la pomada. Sí doctorcito, parece que esta noche será larga…
De su padre el legado de la inteligencia, y de su madre, doña María Mercedes Blanco de Alvarado y Robledo, las virtudes espirituales y la solidaridad. José Alvear con sangre española de sus progenitores se proyectó desde la Universidad de Cuenca como un fiel cumplidor de lo que hoy llaman “juramento hipocrático”. Todo para los pobres y desgraciados, nada para sí.  Fue uno de los siete primeros médicos graduados en Cuenca el 22 de septiembre de 1877.
Profesor universitario de Clínica y Medicina Legal y luego mediante la práctica constante y la observación científica –como aconsejaban los sabio griegos- logró novedosos descubrimientos, aportando para cada caso de sus pacientes con la gran medicina del amor, hasta dominar el mal y procurar una sonrisa.

DOÑA MANUELITA ALVEAR FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA, HIJA DEL DOCTOR JOSÉ ALVEAR.


El Doctor Alvear observaba que la situación era más crítica en el enfermo durante la noche y cuando no tenía compañía, atención ni afecto. A veces a pie, otras a caballo, sin fijarse en clase social o económica, extendía sus recetas propias o de la ciencia médica. De ahí nació por ejemplo la “pomada de Alvear”, una mezcla de óxido de cinc y vaselina para las heridas y afecciones de la piel; los “polvos pectorales” hechos de digitalina y belladona; las “píldoras para la tos”, un compuesto de sulfato de quinina, analgesina y cafeína.
Su magnetismo y energía positiva muchas veces eran suficientes para curar luego de horas de conversación sobre diversos y amenos temas. “Las fuerzas curativas del espíritu”, así el paciente quedaba curado al despedirse el médico.
Cuenta una anécdota que una noche cuando el Dr. Alvear había acudido a atender a un enfermo, accidentalmente tropezó, apagando el farol, a lo que su acompañante expresó “se murió la luz”, que más se refería a un probable futuro del Médico. Pero un ebrio que pasaba en ese instante, viendo al médico en el suelo, dijo: “Todavía vive. No puede morir aún”, al tiempo que volvía a encender el farol. En otra oportunidad, lo confundieron con la famosa “viuda del farol”, ya que en esos tiempos se creía que después de la media noche salía dicho personaje ficticio por las calles de Cuenca, en busca del alma de un tierno hijo al que lo había matado porque lo consideraba uh estorbo para esa mujer que luego entró en un nuevo romance.


En su hogar, acompañado de su esposa, doña Dolores Fernández de Córdova y de sus hijos: José Miguel, Manuela, Enrique y Dolores, se servía los alimentos tan lentamente que mientras estaba en el primer plato, “daba tiempo suficiente para que le preparen el segundo”, entregándose luego al descanso, el estudio y la preparación de sus recetas. Llegó a ser el sexto Decano de la Facultad de Medicina y el segundo Rector de la “Corporación Universitaria”, acompañando a al doctor Juan Bautista Vázquez, quien era Rector
 

Acusado injustamente de conspirar contra el gobierno, ordenaron su expatriación al Perú, pero por influencia de Juan bautista Vázquez, Luis Cordero, Julio Matovelle y el Obispo Miguel León, revocaron la condena. Antes había dicho: “Si encuentro en mi camino del destierro aun enfermo, lo atenderé hasta llegar al lugar donde la suerte y el destino decidan llevarme”.
Un día decidió tomar un descanso en su hacienda de Wawalpata, cerca de San Fernando, pero apenas llegado vino un emisario de la familia Talbot de Tobachirí, Yunguilla, solicitándole que atendiera a una señora de esa familia que había tenido un accidente. Emprendió el viaje y no solo logró salvar la vida de esa persona sino que se dedicó a atender a otros habitantes contagiados por alel paludismo. Esto a la postre le causaría a él mismo la muerte. En Cuenca los médicos equivocaron el diagnóstico y la medicina. Reconocerían después su error poco después del lamentable deceso ocurrido le 13 de diciembre de 1986.

César Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com

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