miércoles, 3 de julio de 2013

DE FONDO: Hablemos de Trabajos y trabajos

HERMOSO TRABAJO DE FERNANDO BUSTILLOS


Indudablemente escribir un libro, contar una historia; plasmar un cuadro inspirado en la naturaleza; bordar con la aguja una escena o tejer una hermosa prenda, son obras de elevado intelecto, nacidas del alma y forjadas desde el fondo del espíritu. En otros casos, el acto delictivo de múltiples maneras, el crimen, el robo descarado o encubierto, la estafa y otras formas, son a no dudarlo, muestras y manifestaciones del mal y la conciencia entumecida en el otro lado oculto de la personalidad humana, que por la ley del equilibrio, en algún momento tienen un fin y doloroso pago.

Michael Laitman, profesor de Ontología, Doctor en Filosofía y Cabalá y Master en bio-Cibernética, dice: ¿Por qué la Naturaleza requiere que yo aprenda sus leyes? ¿Sólo es para que sepa cómo cometer menos errores, cómo disfrutar, y cómo evitar contratiempos y problemas? ¿O tal vez, a través de los contratiempos y problemas la Naturaleza quiere elevarme al nivel del conocimiento y control sobre mí mismo, al nivel del control sobre el mundo?

Pues, en el campo de la ocupación humana, está una respuesta, mejor dicho en los efectos de dicho oficio: o se eleva el ser humano hacia lo sublime, o desciende, casi inconscientemente. De allí, la explicación en cuanto a lo planteado inicialmente, y la diferencia de actitudes en referencia al trabajo y ocupación individual.

Veamos la posibilidad intermedia, que no es más que un camino al extremo de lo fácil pero de dudoso término: el secuestro. Dice la Wikipedia que el secuestro judicial “es una medida de carácter procesal dictada por un juez o tribunal de justicia que tiene por objeto sustraer del dominio de los particulares un bien mueble o inmueble”. Pero, ¿será justo? ¿Será ético? Creo que en muchos casos no. Desde el punto que “rompe corazones”, causa lágrimas y sufrimiento, me resisto a creer que es ético. ¿Y el despojo o desalojo? Tampoco. Se despoja judicialmente, se saca de un lugar a una persona o una familia para dejarla en la calle, “como Dios la trajo al mundo”. Se destruye viviendas humildes en barrios de miseria, “para hacer prevalecer la Ley”. ¿Y los auténticos culpables? Se secuestra “legalmente” un auto de una calle “para poner orden en la ciudad”. ¿No será más bien para dar trabajo a unos cuantos desocupados ex miembros del partido, de paso para enseñarles algo fácil que de manera violenta y descarada les da de comer, y que más tarde cuando lo pierdan buscarán algo similar que raye en el delito? Puede suceder, verdad. 

Hay formas de poner orden en el caos vehicular y mal parqueo, mediante boletas que sean cobradas en forma creciente con el ahora sí trabajo de los antes desocupados que recorran las calles y avenidas. Serían agentes que, en lugar de estar en una oficina a la espera de que lleguen las víctimas, estén por todas partes en una ciudad, como dice mucha gente, “tomada por las winchas y remolcadores”, con vistosos uniformes, para tratar de convencerles de que su trabajo es honroso y elegante

Hay trabajos de mucha honra para jóvenes y viejos, por supuesto no los antes nombrados. Por ejemplo, el que realiza el humilde reciclador que va de barrio en barrio recogiendo lo que la gente ya no utiliza; el vendedor de comidas a la media noche y en la madrugada; el heladerito que expende sus productos a la salida de los colegios y escuelas; la mujer del pueblo que vende en los mercados sus refrescos en un carrito pobre; las mujeres lustrabotas que en un día entero no logran más que cinco dólares y retornan a sus hogares de alquiler con el rostro manchado y sus manos ajadas por la tinta y el betún. Y así, podemos citar una cantidad de trabajos honorables y dignos que elevan la categoría humana, pero no de la forma del que espía y sorprende, cual francotirador que destroza los momentos del hombre honrado que cometió el error de parquear incorrectamente su vehículo apenas por cinco o siente minutos, sin ser el caso de los que una noche entera lo dejan subido a una acera para engullirse el alcohol y dizque “divertirse a lo grande”, pero irrespetando y dañando toda la buena imagen de la ciudad.

El proporcionar trabajo a los jóvenes, el ordenar la ciudad y el enseñar, como hemos visto, lastimosamente van tomados de la mano, pero es una relación, como un matrimonio o una amistad pegada con saliva, en cualquier momento culmina, y lo peor es que dejará malas conclusiones y enseñanzas.

César Pinos Espinoza

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