El
ganado perdido
En un rincón de la feria de
ganado de Atuntaqui me siento a observar
-como dice Piero- a la gente pasar. Cuadros y escenas de todo tipo. Ir i venir
de campesinos, comerciantes y ganado. Pongo atención a las emociones y actitudes
de los vendedores y compradores, humano proceder ancestral que casi no es nada
nuevo.
Por allí unos niños lloran
de hambre porque su madre está concentrada en el negocio y no los atiende. Más allá dos indios veteranos conversan no
del todo amablemente, más bien con ciertas formas de amenazas, que con sus
rostros contraídos se vuelven un serio peligro de incidente violento. Cerca de
mí un hombre joven trata de convencer a otro para que le compre una vacona,
ponderando las características del animal y las ventajas en cuanto al precio.
De todo se ve. Ventas
ambulantes, puestos de comida, ruido de camiones que llegan y se van con
ganado, bulla rebelde de cerdos al subirlos y bajarlos de camionetas, es decir,
una auténtica feria.
Un poco más allá de donde
observo está un hombre con sombrero y botas. Observa el panorama. Se ha dado
cuenta de que los indios de una comunidad compran ganado, se acercan a un
sitio, lo amarran en estacas y se van para seguir negociando. Así varias veces, de modo que ya tienen
reunidos unos cinco o seis animales. El hombre del sombrero y botas actúa de
inmediato. A los negociantes que pasan
por el lugar señala las cabezas de ganado y les ofrece en venta. Expresa que
las vende de oportunidad porque tiene que viajar urgentemente. Se acercan dos
compradores, pactan en un precio barato, pagan y el hombre de sombrero y botas
se marcha. Los compradores conversan, se ven contentos, miran de nuevo a los
animales y con una risa de triunfo festejan el negocio.
A poco llegan los verdaderos
dueños, tratan de desamarrar las ataduras de sogas para llevar a un camión pero
¡oh sorpresa! Ya han sido vendidos,
mejor dicho, revendidos y se arma la grande.
Todo es confusión y comienza la trifulca. Se acerca un policía y pide
que se calmen y expliquen lo sucedido.
Hasta eso el hombre de sombrero y botas ya ha tomado su vehículo y está
lejos del escenario ganadero. Nadie lo vio, nadie lo conoce. Posiblemente no lo
volverán a ver nunca más.
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