domingo, 8 de febrero de 2015

Relatos de un caminante: El ganado perdido.




El ganado perdido

En un rincón de la feria de ganado de Atuntaqui  me siento a observar -como dice Piero- a la gente pasar. Cuadros y escenas de todo tipo. Ir i venir de campesinos, comerciantes y ganado. Pongo atención a las emociones y actitudes de los vendedores y compradores, humano proceder ancestral que casi no es nada nuevo.

Por allí unos niños lloran de hambre porque su madre está concentrada en el negocio  y no los atiende.  Más allá dos indios veteranos conversan no del todo amablemente, más bien con ciertas formas de amenazas, que con sus rostros contraídos se vuelven un serio peligro de incidente violento. Cerca de mí un hombre joven trata de convencer a otro para que le compre una vacona, ponderando las características del animal y las ventajas en cuanto al precio.

De todo se ve. Ventas ambulantes, puestos de comida, ruido de camiones que llegan y se van con ganado, bulla rebelde de cerdos al subirlos y bajarlos de camionetas, es decir, una auténtica feria.

Un poco más allá de donde observo está un hombre con sombrero y botas. Observa el panorama. Se ha dado cuenta de que los indios de una comunidad compran ganado, se acercan a un sitio, lo amarran en estacas y se van para seguir negociando.  Así varias veces, de modo que ya tienen reunidos unos cinco o seis animales. El hombre del sombrero y botas actúa de inmediato.  A los negociantes que pasan por el lugar señala las cabezas de ganado y les ofrece en venta. Expresa que las vende de oportunidad porque tiene que viajar urgentemente. Se acercan dos compradores, pactan en un precio barato, pagan y el hombre de sombrero y botas se marcha. Los compradores conversan, se ven contentos, miran de nuevo a los animales y con una risa de triunfo festejan el negocio.

A poco llegan los verdaderos dueños, tratan de desamarrar las ataduras de sogas para llevar a un camión pero ¡oh sorpresa!  Ya han sido vendidos, mejor dicho, revendidos y se arma la grande.  Todo es confusión y comienza la trifulca. Se acerca un policía y pide que se calmen y expliquen lo sucedido.  Hasta eso el hombre de sombrero y botas ya ha tomado su vehículo y está lejos del escenario ganadero. Nadie lo vio, nadie lo conoce. Posiblemente no lo volverán a ver nunca más.

César Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com

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