En la madrugada del 3 de
diciembre de 1820 el batallón Numancia se pasó íntegro a las filas patriotas.
Los líderes que hicieron posible esta defección fueron los capitanes Tomás
Heres y Ramón Herrera y los tenientes Pedro Guash y Pedro Izquierdo, oficiales
del citado batallón. Estos y otros jefes habían sido seducidos por la
propaganda patriota y con ello se hizo posible tan gran suceso. Se sabe que en esta labor
de seducción tuvieron destacada actuación varias damas peruanas, sobre todo
Carmen Noriega, Gertrudis Coello, Carmen Guzmán, Hermenegilda y María Simona
Guilsa y Rosa Campuzano. Carmen Guzmán era la propietaria de una fonda donde
alojábanse y comían los oficiales del Numancia. Este hecho facilitó la labor de
ganar a la causa patriota a los oficiales de Numancia, que con frecuencia se
encontraban en la mencionada fonda.
La señora Juana Garaicoa
Llaguno viuda de Camba murió en 1834 a los 60 años y legó a la posteridad una
imagen de modesta y practicante “de todas las virtudes cristianas”, enunciación
que se imprimió en el epitafio: “La dulzura de su carácter, su humildad, su
piedad, su caridad, su ternura maternal solo pueden compararse al dolor de sus
desgraciados hijos, que ni esperan ni quieren en la tierra más consuelo que
vivir siempre inconsolables”.
Manuela
Cañizares, quien recibió el seudónimo de “mujer fuerte”, “tanto por el influjo
que ejercía sobre los principales corifeos, especialmente con Quiroga, como por
la serenidad de su ánimo, y por el varonil esfuerzo con que animaba a la
empresa a los que manifestaban algún temor o desconfianza”; y Manuelita Sáenz,
a quien “el tuerto” Calle la definió como “mujer de grande ánimo y varonil
resolución”. Las guayaquileñas se involucraron decididamente en las luchas
independentistas organizando reuniones conspirativas, elaborando materiales
para la soldadesca e incluso, contribuyendo con su peculio a la tarea
libertadora, como Josefa Rocafuerte de Lamar, hermana de Vicente Rocafuerte,
que hizo un donativo de 500 pesos “para los fondos destinados a la campaña de
Perú”
Manuela
Sáenz, Baltazara Terán, Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, María Donoso
Larrea, entre otras, son ciertos nombres de las mujeres que participaron
activamente en la gesta independista, apoyando a los soldados bolivarianos para
entregar a América una nación independiente y soberana. Tomasa Bravo, una
hermosa mulata oriunda del Yaguachi de inicios del siglo 19, es ahora
reconocida históricamente como otra de las protagonistas indirectas de la
campaña patriótica por la independencia, que tuvo su punto culminante un día
como hoy en las faldas del Pichincha, donde se selló la libertad de lo que
ahora es el Ecuador.
Y
es que de su romance con el general Antonio José de Sucre, durante la primera
estadía de este a cargo del Cuartel General en Guayaquil (entre 1821 y 1822),
Tomasa trajo al mundo una niña, en abril de 1822, a la que se le puso por
nombre Simona, coincidencia o no, un femenino poco común del nombre del mentor
y padre militar del prócer venezolano, el Libertador Simón Bolívar.
Muy
joven y por circunstancias que no se han podido precisar, Tomasa Bravo falleció
en 1825, y al enterarse, el Mariscal le envía desde Bolivia una carta al
coronel Vicente Aguirre, en Quito, a quien le solicita que se haga cargo de la
niña y cubra todos sus gastos. En su misiva, Sucre le dice a Aguirre:
"Abuso de la amistad de usted, para rogarle que me haga llevar esta niñita
a Quito y la ponga en una casa en que la críen y la eduquen con mucha
delicadeza y decencia, la enseñen cuanto se pueda a una niña y en fin, me la haga
tratar tan bien como espero de usted". De la pequeña Simona y lo que fue
luego su vida, se sabe muy poco. Se cree que ingresó a un convento para
convertirse en religiosa, lo cual significaría que con ella terminó esa
descendencia del Mariscal. Pero
en Guayaquil quedan algunos rasgos: Simona fue bautizada en la catedral por el
padre Fray Alipio Laram el 20 de abril de 1822. Es decir, poco más de un mes
antes de que su célebre padre lidere a las tropas en las faldas del Pichincha,
declarando libre del mando español este territorio, para anexarlo
definitivamente a la Gran Colombia que diseñaba Bolívar. El documento del
bautizo de Simona permanece en el archivo de la catedral de Guayaquil, libro
17, folio 7. En 1822 posterior al triunfo de Pichincha, el militar venezolano
conoce a Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, de 17 años de edad, con quien
se casa el 20 de abril de 1828.
En
julio de 1829 nació Teresa, hermana quiteña de Simona, quien para entonces ya
tendría 7 años. Pero Teresa murió a los 2 años de edad al caer accidentalmente
-algo que se ha cuestionado- del balcón de su casa, ya cuando el heroico padre
de ambas no estaba: había sido asesinado en Berruecos, en junio de 1830. Simona
y Teresa, sin embargo, tuvieron hermanos en Bolivia, hasta donde Sucre llegó
con el ejército libertador y país del que fue Presidente y cuya capital
histórica lleva su nombre. Sucre conoció allá a Rosalía Cortés y Silva,
aristócrata de La Paz, con la cual tuvo un hijo -enero de 1826- que fue
bautizado con el nombre de José María. Tras un fugaz paso por la carrera
militar, este se retiró a la vida privada. Tuvo 11 hijos. En
Tarija, también en Bolivia, el Mariscal tuvo otro romance con María Manuela
Rojas, fruto de lo cual nació, el 7 de junio de 1828, su hijo Pedro César
Sucre. El hijo de Pedro César se llamó Julio César y tuvo dos hijos más, que a
la postre se convirtieron en los bisnietos del prócer.
Fuente:
Alfonso Rumazo González, Rodolfo Pérez Pimentel y Arturo Costa de la Torre.
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