jueves, 5 de diciembre de 2013

Mujeres patriotas, amantes y semillas




En la madrugada del 3 de diciembre de 1820 el batallón Numancia se pasó íntegro a las filas patriotas. Los líderes que hicieron posible esta defección fueron los capitanes Tomás Heres y Ramón Herrera y los tenientes Pedro Guash y Pedro Izquierdo, oficiales del citado batallón. Estos y otros jefes habían sido seducidos por la propaganda patriota y con ello se hizo posible tan gran suceso. Se sabe que en esta labor de seducción tuvieron destacada actuación varias damas peruanas, sobre todo Carmen Noriega, Gertrudis Coello, Carmen Guzmán, Hermenegilda y María Simona Guilsa y Rosa Campuzano. Carmen Guzmán era la propietaria de una fonda donde alojábanse y comían los oficiales del Numancia. Este hecho facilitó la labor de ganar a la causa patriota a los oficiales de Numancia, que con frecuencia se encontraban en la mencionada fonda.   

La señora Juana Garaicoa Llaguno viuda de Camba murió en 1834 a los 60 años y legó a la posteridad una imagen de modesta y practicante “de todas las virtudes cristianas”, enunciación que se imprimió en el epitafio: “La dulzura de su carácter, su humildad, su piedad, su caridad, su ternura maternal solo pueden compararse al dolor de sus desgraciados hijos, que ni esperan ni quieren en la tierra más consuelo que vivir siempre inconsolables”.

Manuela Cañizares, quien recibió el seudónimo de “mujer fuerte”, “tanto por el influjo que ejercía sobre los principales corifeos, especialmente con Quiroga, como por la serenidad de su ánimo, y por el varonil esfuerzo con que animaba a la empresa a los que manifestaban algún temor o desconfianza”; y Manuelita Sáenz, a quien “el tuerto” Calle la definió como “mujer de grande ánimo y varonil resolución”. Las guayaquileñas se involucraron decididamente en las luchas independentistas organizando reuniones conspirativas, elaborando materiales para la soldadesca e incluso, contribuyendo con su peculio a la tarea libertadora, como Josefa Rocafuerte de Lamar, hermana de Vicente Rocafuerte, que hizo un donativo de 500 pesos “para los fondos destinados a la campaña de Perú”

Manuela Sáenz, Baltazara Terán, Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, María Donoso Larrea, entre otras, son ciertos nombres de las mujeres que participaron activamente en la gesta independista, apoyando a los soldados bolivarianos para entregar a América una nación independiente y soberana. Tomasa Bravo, una hermosa mulata oriunda del Yaguachi de inicios del siglo 19, es ahora reconocida históricamente como otra de las protagonistas indirectas de la campaña patriótica por la independencia, que tuvo su punto culminante un día como hoy en las faldas del Pichincha, donde se selló la libertad de lo que ahora es el Ecuador.
Y es que de su romance con el general Antonio José de Sucre, durante la primera estadía de este a cargo del Cuartel General en Guayaquil (entre 1821 y 1822), Tomasa trajo al mundo una niña, en abril de 1822, a la que se le puso por nombre Simona, coincidencia o no, un femenino poco común del nombre del mentor y padre militar del prócer venezolano, el Libertador Simón Bolívar.

Muy joven y por circunstancias que no se han podido precisar, Tomasa Bravo falleció en 1825, y al enterarse, el Mariscal le envía desde Bolivia una carta al coronel Vicente Aguirre, en Quito, a quien le solicita que se haga cargo de la niña y cubra todos sus gastos. En su misiva, Sucre le dice a Aguirre: "Abuso de la amistad de usted, para rogarle que me haga llevar esta niñita a Quito y la ponga en una casa en que la críen y la eduquen con mucha delicadeza y decencia, la enseñen cuanto se pueda a una niña y en fin, me la haga tratar tan bien como espero de usted". De la pequeña Simona y lo que fue luego su vida, se sabe muy poco. Se cree que ingresó a un convento para convertirse en religiosa, lo cual significaría que con ella terminó esa descendencia del Mariscal. Pero en Guayaquil quedan algunos rasgos: Simona fue bautizada en la catedral por el padre Fray Alipio Laram el 20 de abril de 1822. Es decir, poco más de un mes antes de que su célebre padre lidere a las tropas en las faldas del Pichincha, declarando libre del mando español este territorio, para anexarlo definitivamente a la Gran Colombia que diseñaba Bolívar. El documento del bautizo de Simona permanece en el archivo de la catedral de Guayaquil, libro 17, folio 7. En 1822 posterior al triunfo de Pichincha, el militar venezolano conoce a Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, de 17 años de edad, con quien se casa el 20 de abril de 1828.

En julio de 1829 nació Teresa, hermana quiteña de Simona, quien para entonces ya tendría 7 años. Pero Teresa murió a los 2 años de edad al caer accidentalmente -algo que se ha cuestionado- del balcón de su casa, ya cuando el heroico padre de ambas no estaba: había sido asesinado en Berruecos, en junio de 1830. Simona y Teresa, sin embargo, tuvieron hermanos en Bolivia, hasta donde Sucre llegó con el ejército libertador y país del que fue Presidente y cuya capital histórica lleva su nombre. Sucre conoció allá a Rosalía Cortés y Silva, aristócrata de La Paz, con la cual tuvo un hijo -enero de 1826- que fue bautizado con el nombre de José María. Tras un fugaz paso por la carrera militar, este se retiró a la vida privada. Tuvo 11 hijos. En Tarija, también en Bolivia, el Mariscal tuvo otro romance con María Manuela Rojas, fruto de lo cual nació, el 7 de junio de 1828, su hijo Pedro César Sucre. El hijo de Pedro César se llamó Julio César y tuvo dos hijos más, que a la postre se convirtieron en los bisnietos del prócer.

Fuente: Alfonso Rumazo González, Rodolfo Pérez Pimentel y Arturo Costa de la Torre.

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