Partidero a Puná desde Posorja |
Plena tranquilidad del dueño del bote |
Arribo
a Posorja en horas de la tarde, justamente con la intención de pasar la noche en
un hotel del lugar y emprender al día siguiente el cruce hacia la isla de Puná.
Junto al canal del Morro de noche el ruido de las olas es permanente, luces
lejanas muestran caseríos de la isla, pero no hay movimiento de lanchas de
turistas, sí de barcos de pesca que a eso de las 22h00 o más tarde, llegan de
sus faenas diarias. En la madrugada escucho un ruido provocado por vehículos
que cargan el producto de la pesca de camarón, estibadores y agentes que
supuestamente realizan control y discuten con los dueños del cargamento. Así
permanecen por más de una hora, que por la curiosidad de ver qué sucede, nos
obliga a observar desde una ventana y a permanecer despiertos.
Con la luz del día a pasar el canal
Muy
temprano ya estamos en pie y sin desayunar nos dirigimos a un lugar que
suponemos es el embarcadero hacia la isla. Encuentro a unas seis personas que
esperan atravesar el canal y a poco llega una lancha a motor que acodera en la
playa y la amarran hasta que suban los pasajeros. Desde Posorja uno se puede
dirigir a varios lugares de la isla Puná pero como no conozco me dirijo al más
cercano, se llama Bellavista, al que se llega en unos 20 minutos de navegar.
Junto a mí va una chica que cobra los impuestos de servicios como luz y
teléfono en algunos puntos de la isla, se muestra muy alegre y comunicativa, me
cuenta algunos detalles del paso del canal y de cómo es la vida en el lugar al
que vamos.
Un emocionante tránsito por el canal de
Morro.
En
el tránsito no perdemos oportunidad de tomar fotos de todo lo que vemos, y ya
pronto nos acercamos a la playa de Bellavista en donde están algunas personas
que esperan la nave para retornar a Posorja. Bajamos, nos mojamos un poco
porque no existe muelle, pero todo es parte de la aventura. La playa es muy
blanca y limpia, algunas cabañas desocupadas: Cuando es feriado o fin de
semana, dice mi amiga, están llenas de ventas de alimentos, como comida de mar,
gaseosas, agua de coco, y en suma hay una notable actividad turística. Luego de
descender, dejamos la playa y nos introducimos en el poblado a través de un
puente muy bonito tendido sobre un manglar y nos aproximamos poco a poco al caserío.
Tiene la calle de ingreso adoquinada y limpia, las casitas son de una planta y
vemos poca gente, mientras el estómago nos reclama desayuno. Ojalá haya un
restaurant.
Una familia que me recibe con amabilidad
Proseguimos
por la calle principal con viviendas ralas a cada lado, todavía no diviso a
nadie hasta que llego a un lugar plano de la misma calle. La chica se ha
quedado conversando con personas a la entrada, se veían enojadas “porque el
servicio de luz deja mucho qué desear y la luz se va en cualquier momento”, y
así, no sé como habrá solucionado el caso mi compañera del momento, después la
veo que pasa en una moto junto a un joven y se dirige a Campo Alegre, una
comunidad puneña que se encuentra en el centro de la isla.
Una
mujer nos ve llegar desde la ventana de su casa bajita. Saludo y le pregunto si
existe un lugar para desayunar, me responde que no, pero que ella me puede preparar
algo, me invita a entrar en su casa y descanso en su salita a la entrada mientras
ella se dirige a la cocina. A poco me trae a la mesa del comedor allí mismo en
la salita un sabroso bistec de res y un jugo de frutas. ¡Excelente!. Mientras
saboreo el delicioso plato me pregunta muchas cosas:
¿Quién
es usted? ¿Qué vino a hacer? ¿De dónde es? ¿Hasta cuándo estará? ¿Por qué viene
a la isla? Preguntas fáciles de responder, allí nada es difícil.
En
eso, llega desde dentro una chica joven y simpática, se llama Edith, me
presenta, es hija, y luego llega el papá, es pescador, hombre fuerte, curtido y
algo sonriente, lo que me da un poco de tranquilidad. Entramos en confianza y
amistad con la familia, les cuento algunas cosas mías y mi razón de viajero
permanente, con lo cual logro su confianza e inclusive el pedido de ellos para
que vuelva otra vez. Me indican un lugar frente a la casa que es como una
posada en donde puedo descansar, me llevan a mostrar y veo que es un buen lugar
en donde esa noche pernoctaré. Volveré a almorzar y merendar, pero antes les
pido que me concedan a Edith con su hermanito como acompañantes para recorrer
el lugar e ir a la playa para conocer un poco más. Conversando en el camino con
Edith me entero de muchas cosas, de su familia, del pueblo, de la isla, del
trabajo de la gente, de la paz que se respira en la isla. Como dice la canción,
Volveré. (Primera parte).
César Pinos Espinoza
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