HERMOSO TRABAJO DE FERNANDO BUSTILLOS |
Indudablemente escribir un
libro, contar una historia; plasmar un cuadro inspirado en la naturaleza;
bordar con la aguja una escena o tejer una hermosa prenda, son obras de elevado
intelecto, nacidas del alma y forjadas desde el fondo del espíritu. En otros
casos, el acto delictivo de múltiples maneras, el crimen, el robo descarado o
encubierto, la estafa y otras formas, son a no dudarlo, muestras y
manifestaciones del mal y la conciencia entumecida en el otro lado oculto de la
personalidad humana, que por la ley del equilibrio, en algún momento tienen un fin
y doloroso pago.
Michael
Laitman, profesor de
Ontología, Doctor en Filosofía y Cabalá y Master en bio-Cibernética, dice: ¿Por qué la Naturaleza requiere
que yo aprenda sus leyes? ¿Sólo es
para que sepa cómo cometer menos errores, cómo disfrutar, y cómo evitar
contratiempos y problemas? ¿O tal vez, a través de los contratiempos y
problemas la Naturaleza quiere elevarme al nivel del conocimiento y control
sobre mí mismo, al nivel del control sobre el mundo?
Pues, en
el campo de la ocupación humana, está una respuesta, mejor dicho en los efectos
de dicho oficio: o se eleva el ser humano hacia lo sublime, o desciende, casi
inconscientemente. De allí, la explicación en cuanto a lo planteado inicialmente,
y la diferencia de actitudes en referencia al trabajo y ocupación individual.
Veamos la
posibilidad intermedia, que no es más que un camino al extremo de lo fácil pero
de dudoso término: el secuestro. Dice la Wikipedia que el secuestro judicial “es una medida de
carácter procesal dictada por un juez o tribunal de justicia que tiene por objeto
sustraer del dominio de los particulares un bien mueble o inmueble”. Pero, ¿será justo?
¿Será ético? Creo que en muchos casos no. Desde el punto que “rompe corazones”,
causa lágrimas y sufrimiento, me resisto a creer que es ético. ¿Y el despojo o
desalojo? Tampoco. Se despoja judicialmente, se saca de un lugar a una persona
o una familia para dejarla en la calle, “como Dios la trajo al mundo”. Se
destruye viviendas humildes en barrios de miseria, “para hacer prevalecer la
Ley”. ¿Y los auténticos culpables? Se secuestra “legalmente” un auto de una
calle “para poner orden en la ciudad”. ¿No será más bien para dar trabajo a
unos cuantos desocupados ex miembros del partido, de paso para enseñarles algo
fácil que de manera violenta y descarada les da de comer, y que más tarde
cuando lo pierdan buscarán algo similar que raye en el delito? Puede suceder,
verdad.
Hay formas de poner orden en el caos vehicular y mal parqueo, mediante
boletas que sean cobradas en forma creciente con el ahora sí trabajo de los
antes desocupados que recorran las calles y avenidas. Serían agentes que, en
lugar de estar en una oficina a la espera de que lleguen las víctimas, estén
por todas partes en una ciudad, como dice mucha gente, “tomada por las winchas
y remolcadores”, con vistosos uniformes, para tratar de convencerles de que su
trabajo es honroso y elegante
Hay
trabajos de mucha honra para jóvenes y viejos, por supuesto no los antes
nombrados. Por ejemplo, el que realiza el humilde reciclador que va de barrio en
barrio recogiendo lo que la gente ya no utiliza; el vendedor de comidas a la
media noche y en la madrugada; el heladerito que expende sus productos a la
salida de los colegios y escuelas; la mujer del pueblo que vende en los mercados
sus refrescos en un carrito pobre; las mujeres lustrabotas que en un día entero
no logran más que cinco dólares y retornan a sus hogares de alquiler con el rostro
manchado y sus manos ajadas por la tinta y el betún. Y así, podemos citar una
cantidad de trabajos honorables y dignos que elevan la categoría humana, pero
no de la forma del que espía y sorprende, cual francotirador que destroza los
momentos del hombre honrado que cometió el error de parquear incorrectamente su
vehículo apenas por cinco o siente minutos, sin ser el caso de los que una
noche entera lo dejan subido a una acera para engullirse el alcohol y dizque “divertirse
a lo grande”, pero irrespetando y dañando toda la buena imagen de la ciudad.
El
proporcionar trabajo a los jóvenes, el ordenar la ciudad y el enseñar, como
hemos visto, lastimosamente van tomados
de la mano, pero es una relación, como un matrimonio o una amistad pegada con
saliva, en cualquier momento culmina, y lo peor es que dejará malas
conclusiones y enseñanzas.
César
Pinos Espinoza
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