Juana
Azurduy de Padilla nació en Chuquisaca. Eso no era nacer en cualquier lugar ya
que dicha ciudad, que también recibía los nombres de La Plata o Charcas, era
una de las más importantes de la América española. Pertenecía al Virreinato del
Río de La Plata desde 1776, igual que el resto del Alto Perú, y en ella
residían nada menos que la Universidad de San Francisco Xavier, la Audiencia y
el Arzobispado. Tuvo una infancia feliz donde aprendió Quechua y Aymara, ya en
su adolescencia, perdiendo a sus padres don Matías Azurduy y doña Eulalia Bermudes,
se volvió conflictiva para su tía conservadora y fue enviada a un convento.
En el convento tuvo una actitud desafiante y clandestinamente organizaba reuniones donde aprendían la vida de Túpac Amaru y otros personajes que se revelaron contra los españoles. A los 8 meses de su internado es expulsada y regresa a su pueblo natal. En Chuquisaca conoce a Melchor Padilla, conocedor de los pueblos indígenas, su hijo Manuel Padilla se hace amigo de ella y finalmente se casan, teniendo cuatro hijos victimas del Paludismo. Las ideas de la revolución francesa eran afines en ambas personas, y él forma parte de la rebelión criolla en contra de los españoles en 1809, comandando a los indios Chayanta. Restaurado el poder colonial Padilla es perseguido y su mujer expulsada de sus propiedades.
Azurduy y su
esposo, Manuel Ascencio Padilla, se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que
el 25 de mayo de 1809 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas,
viendo morir a sus cuatro hijos y combatió embarazada de su quinta hija. El 2
de Agosto de 1814 Juana Azurduy, de 9 meses de embarazo conquistó el cerro
Carretas, matando al oficial a cargo español y tomando el sangriento estarte
realista. Inmediatamente comienzan sus contracciones y da a luz en el campo de
batalla donde nace su cuarta hija. Azurduy lideró la guerrilla que atacó el
cerro de Potosí, tomándolo el 8 de marzo de 1816. Debido a su actuación, tras
el triunfo logrado en el combate de El Villar recibió el rango de teniente
coronel por un decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816. Tras
ello, el general Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable. En 1816 recibe
el visto bueno del Director Pueyrredón para que Güemes la designe Teniente Coronel
con permiso de usar el uniforme militar, el mismo año fue herida en Viluma, su
marido acudió a rescatarla y en este acto fue herido de muerte. La cabeza de su
esposo fue exhibida por meses en una plaza pública y el 15 de mayo de 1817
Juana al frente de cientos de indios la recuperó. Por tres años siguió con
estas tácticas hasta la muerte de Güemes en 1821. Con las expediciones
Argentinas del Ejército del Norte Juana ofrece tropas de ayuda al ejército de
Güemes estos logrando gran admiración entre los argentinos a tal punto de
recibir de propias manos del Gral. Belgrano el sable del poder argentino como símbolo
de reconocimiento.
Luego del
asesinato de Güemes en 1821, Juana entró en una profunda depresión. En 1825
solicitó auxilio económico al gobierno argentino para retornar a Chuiquisaca. La
respuesta del gobierno salteño resultó indignante, apenas le otorgó ‘50 pesos y
cuatro mulas’ para llegar a la ‘nueva nación de Bolivia’. Pasó varios años en
Salta solicitando al gobierno boliviano, ya independiente, sus bienes
confiscados. El mariscal Antonio José de Sucre le otorgó una pensión, que le
fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Murió indigente el
día 25 de mayo de 1862 próxima a cumplir 82 años, en el más absoluto ostracismo
y miseria, murió Juana de América. Sus restos fueron exhumados 100 años
después, para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje.
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