DOCTOR JOSÉ MIGUEL ALVEAR ALVARADO |
Pilares de la sociedad,
hombres y mujeres de espíritu altruista y mente privilegiada, siempre ha habido
y habrá, para proyectar su talento y virtudes en lo correcto y adecuado con
miras al orden, la justicia y el bienestar de los seres humanos. Entre los
personajes de brillante trayectoria en la vida de Cuenca consta la figura del
Doctor Manuel Casto Alvear y Carrión, brillante jurisconsulto vinculado con los
tribunales de justicia y la naciente Corte establecida en Cuenca el 26 de
noviembre de 1835, llegando a ser
Ministro fundador de la misma. Estudioso del Derecho Civil y Criminal de
entonces, el Dr. Alvear y Carrión, nacido en Cuenca en 1796, fue
abogado, Secretario de la Municipalidad en 1824. Perteneció al cuerpo de abogados
de la Gran Colombia y junto con el General Ignacio Torres y José María Landa y
Ramírez, Deán Rector del Seminario de Cuenca se trasladaron a Lima para
felicitar al Libertador Simón Bolívar por sus triunfos en bien de la causa
Americana. Fue presidente de la Corte de Justicia de Cuenca en los años 1840,
1843, 1845 y 1847, llegando a ser Ministro de la Corte Suprema de Justicia a
raíz de su designación en 1945 por parte de la Convención de ese año. Falleció
en Cuenca a los 53 años de edad y dejó una semilla también valiosa, el que
fuera Doctor José Miguel Alvear Alvarado, famoso médico.
DOÑA DOLORES FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA, ESPOSA DEL DR. JOSÉ ALVEAR. |
Se
despiden los rayos del sol y las sombras lentamente envuelven la pequeña
ciudad, cuando todavía no existía ni idea de bullicio callejero cotidiano ni
tránsito saturado en las calles. Un hombre de mediana edad vestido de negro
camina desde su hogar acompañado por alguien que lleva un farol en la mano. En
el trayecto conversan temas rutinarios y simples. Hace frío verdad ¿Crees
Reimundo que el Manuel Solano está enfermo porque le ha abandonado su mujer?
Continúan, todavía faltan como dos kilómetros, es por el camino de Cullca.
Cuando lleguemos enseguida preparas los paños y alistas la pomada. Sí
doctorcito, parece que esta noche será larga…
De
su padre el legado de la inteligencia, y de su madre, doña María Mercedes
Blanco de Alvarado y Robledo, las virtudes espirituales y la solidaridad. José
Alvear con sangre española de sus progenitores se proyectó desde la Universidad
de Cuenca como un fiel cumplidor de lo que hoy llaman “juramento hipocrático”.
Todo para los pobres y desgraciados, nada para sí. Fue uno de los siete primeros médicos
graduados en Cuenca el 22 de septiembre de 1877.
Profesor
universitario de Clínica y Medicina Legal y luego mediante la práctica
constante y la observación científica –como aconsejaban los sabio griegos-
logró novedosos descubrimientos, aportando para cada caso de sus pacientes con
la gran medicina del amor, hasta dominar el mal y procurar una sonrisa.
DOÑA MANUELITA ALVEAR FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA, HIJA DEL DOCTOR JOSÉ ALVEAR. |
El
Doctor Alvear observaba que la situación era más crítica en el enfermo durante
la noche y cuando no tenía compañía, atención ni afecto. A veces a pie, otras a
caballo, sin fijarse en clase social o económica, extendía sus recetas propias
o de la ciencia médica. De ahí nació por ejemplo la “pomada de Alvear”, una
mezcla de óxido de cinc y vaselina para las heridas y afecciones de la piel;
los “polvos pectorales” hechos de digitalina y belladona; las “píldoras para la
tos”, un compuesto de sulfato de quinina, analgesina y cafeína.
Su
magnetismo y energía positiva muchas veces eran suficientes para curar luego de
horas de conversación sobre diversos y amenos temas. “Las fuerzas curativas del
espíritu”, así el paciente quedaba curado al despedirse el médico.
Cuenta
una anécdota que una noche cuando el Dr. Alvear había acudido a atender a un
enfermo, accidentalmente tropezó, apagando el farol, a lo que su acompañante
expresó “se murió la luz”, que más se refería a un probable futuro del Médico.
Pero un ebrio que pasaba en ese instante, viendo al médico en el suelo, dijo:
“Todavía vive. No puede morir aún”, al tiempo que volvía a encender el farol.
En otra oportunidad, lo confundieron con la famosa “viuda del farol”, ya que en
esos tiempos se creía que después de la media noche salía dicho personaje
ficticio por las calles de Cuenca, en busca del alma de un tierno hijo al que
lo había matado porque lo consideraba uh estorbo para esa mujer que luego entró
en un nuevo romance.
En
su hogar, acompañado de su esposa, doña Dolores Fernández de Córdova y de sus
hijos: José Miguel, Manuela, Enrique y Dolores, se servía los alimentos tan
lentamente que mientras estaba en el primer plato, “daba tiempo suficiente para
que le preparen el segundo”, entregándose luego al descanso, el estudio y la
preparación de sus recetas. Llegó a ser el sexto Decano de la Facultad de
Medicina y el segundo Rector de la “Corporación Universitaria”, acompañando a
al doctor Juan Bautista Vázquez, quien era Rector
Acusado
injustamente de conspirar contra el gobierno, ordenaron su expatriación al
Perú, pero por influencia de Juan bautista Vázquez, Luis Cordero, Julio Matovelle
y el Obispo Miguel León, revocaron la condena. Antes había dicho: “Si encuentro
en mi camino del destierro aun enfermo, lo atenderé hasta llegar al lugar donde
la suerte y el destino decidan llevarme”.
Un
día decidió tomar un descanso en su hacienda de Wawalpata, cerca de San
Fernando, pero apenas llegado vino un emisario de la familia Talbot de
Tobachirí, Yunguilla, solicitándole que atendiera a una señora de esa familia
que había tenido un accidente. Emprendió el viaje y no solo logró salvar la vida
de esa persona sino que se dedicó a atender a otros habitantes contagiados por
alel paludismo. Esto a la postre le causaría a él mismo la muerte. En Cuenca los
médicos equivocaron el diagnóstico y la medicina. Reconocerían después su error
poco después del lamentable deceso ocurrido le 13 de diciembre de 1986.
César Pinos Espinoza
cesarpinose@hotmail.com
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